lunes, 31 de octubre de 2011

LOS ROSTROS

Henri Toulouse-Lautrec
De pronto, los rostros de las personas me surgen sin identidad.  Como el de los caballos, las ovejas o los peces. ¿Quién puede distinguirlos? Deambular entre desconocidos es una experiencia extrema, hacerlo entre fisonomías sin diferencias es aterrador. Me siento distinto entre los iguales y eso me compromete. Quisiera encontrar la manera de ocultarme entre aquellos sin distingos. Aplacar de tal modo la voracidad de las miradas que me indagan y los grotescos ademanes que me provocan.  Sé que renunciar a ser es una manifestación de cobardía. Tal vez por ello, no ceda, entonces, a la tentación de evitarme dificultades. Quizás no sea ésa mi naturaleza. Después de todo: el mundo sólo recuerda a los rostros diferentes.   
Ricardo Tejerina / 2011

lunes, 24 de octubre de 2011

A TI TE CONVOCO MUJER

Amedeo Modigliani

A ti te convoco, mujer,
a buscar el octavo color del arco iris.

A ti te convoco, mujer,
a robarnos el reflejo de la luna.

A ti te convoco, mujer,
a guardar toda el agua del mar en una gota.

A ti te convoco, mujer,
a perdernos en el jardín de nuestra infancia.

Y a ti, te convoco, mujer,
a restañar la barcaza del olvido.

Sólo por amor,
sin más equipaje, que el corazón dolido.


Ricardo Tejerina / 2011

jueves, 20 de octubre de 2011

VARIANTE DEL POEMA N° 20


Pablo Neruda
por Marcos Pérez

A Pablo Neruda

Dígame usted, Don Pablo…

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.  Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos." 

Versos de amor enamorado,
continúe por favor…

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

Penas del corazón, a
cuánto nos someten.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 
Sin dudarlo ni un instante,
puedo asegurar que usted la ha amado.

Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 
Siento su dolor,
aquí, en mi pecho…

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 
Vago en solitario por la penumbra de las emociones,
y al abismo, junto a usted, me precipito.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 
Rodeados de gentes, los rostros son anónimos,
tal vez por ello nuestras almas están solas…

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. 
Mil lágrimas de sangre,
recorren el sinuoso camino del llanto.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos mi alma no se contenta con haberla perdido.
Pero, ¿dónde está ella ahora?
Como para acercarla mi mirada la busca.  Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 
Nos hemos vuelto sombras,
que vagan irredentas.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.  Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 
Los recuerdos del amor,
son crónicas de ausencia.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.  Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 
Me remuerden los celos,
me atormenta su presente.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.  Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 
Por doquier a ella la veo.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.  Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 
He quedado prisionero,
a furtivo corazón encadenado.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,  mi alma no se contenta con haberla perdido. 
Perdóneme, Don Pablo…
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. 
Por tomar la posta de este gran amor impío.

Ricardo Tejerina / 2011
Interlineado sobre el Poema N° 20 de Pablo Neruda

lunes, 17 de octubre de 2011

EL IMPOSTOR DE CARTAGENA


Eugéne Delacroix
Las ciudades coloniales y amuralladas del Caribe tienen un encanto particular. Las frecuentes historias de corsarios y piratas ayudan a mantener vigente la antigua tradición de épicas disputas que se libraban frente a sus costas. Sentado a la mesa de una posada cartagenera un hombre entrecano, con la piel curtida por el sol implacable, anchas manos y gruesos dedos, barba profusa, vista torva y sombrero de ala raído y desteñido, bebe el enésimo trago ardiente en completa soledad. Dice haber vivido cuatrocientos noventa y dos años, traer consigo la maldición de la vida eterna, y haber sido conocido en sus tiempos de gloria como el temido capitán Barbarrosa.  Desde luego que nadie le cree y ni siquiera los niños se le acercan para que él les cuente los pormenores de aquellas aventuras de hombres bravos y tiempos idos. Lo llaman –con cierto  desdén– el impostor de Cartagena, pero a fe digo que es el capitán Barbarrosa, lo afirmo yo que he servido bajo su mando y ahora escondo mi verdadera identidad atendiendo el mostrador de la vieja posada.  
Ricardo Tejerina  / 2011

miércoles, 12 de octubre de 2011

El diario íntimo de Proserpina


Francis Picabia

13 de febrero de 1944: Al escribir estas confesiones me he dado cuenta de que hay un tiempo para meditar y otro para hacer. Puede que la línea que separa a uno del otro sea muy delgada y, en algunos casos, imperceptible. Sin embargo estoy convencida de que el mundo es de los que se animan, y animarse es hacer y no sólo pergeñar, menos aún rememorar. Tal vez ya no vuelva a estas páginas, sino en búsqueda de consuelo; tal vez ya no derrame mis emociones con auxilio de la tinta. Mi nombre, mi verdadero nombre, evoca a la mujer y a la manzana. De algún modo, son las dos caras de lo mismo: la tentación y la sabiduría. Hoy parto rumbo a mi destino, dejando atrás a Proserpina, con el tiempo de testigo y la ilusión de ser millones.” *

FIN

* Transcripción del diario íntimo de Proserpina hallado entre lo que fueron las pertenencias de la profesora Athena Eleusina y ofrecido a este cronista para su publicación por sus derechohabientes.

RT

sábado, 8 de octubre de 2011

LEYENDO A DOLINA


Alejandro Dolina

            De las muchas maneras que existen para conocer a los artistas, hacerlo por sus obras tal vez sea la más apropiada. Oscar Wilde solía decir que cuando el pintor plasma sobre el lienzo a su modelo, lo que se revela no es éste sino el mismo autor.
Leer a Dolina no es muy diferente a escucharlo hablar, pues monologa como escribe, siempre oscilando entre la reflexión más profunda y la resolución liviana y ocurrente. Combina con estilo inconfundible la filosofía con el barrio, la levedad del ser con el amor perdido, y las ingenuas travesuras juveniles con la decepción, el desengaño y la acechanza de la muerte.
Hay quienes afirman que Borges sostenía que siempre se ha escrito sobre lo mismo (la vida, la muerte, el amor) pero de maneras diferentes. Yo me permito agregar que hay autores que cuando lo hacen, logran ilusionarnos al introducirnos en su mundo plagado de señales, confesiones, ingenio y ese tono ameno y franco que apreciamos de todo narrador. Díganme ustedes si Dolina no lo consigue cuando, así, se refiere al olvido: “Recordemos, recordemos todo el tiempo. No olvidemos nada. Ni el color de nuestras corbatas perdidas, ni el olor a tiza y sudor del colegio, ni el calor del asfalto sobre los pies descalzos, ni el gusto a jazmín de los besos en la noche, ni el aroma de la untura blanca. Si nos espera el olvido, tratemos de no merecerlo. Y pensemos que después de todo, aunque la victoria final sea de los Amigos del Olvido (así llama el autor a la organización que promueve la abolición de todos los recuerdos, enfrentada ancestralmente a la nostalgia perenne de los Hombres Sensibles), será un triunfo sin festejo. Nadie lo recordará jamás”.
¿Han notado lo que les dije? ¿Advierten cómo Dolina reflexiona sobre el olvido (que en su punto más inflexible es la muerte) alentándonos a recordar para vivir, y que en el instante más doloroso de ese pensamiento logra salir con una ironía digna de una sonrisa cómplice? A esa habilidad me refería. A esa capacidad de sumergirnos en el abismo del desconsuelo para luego tendernos la mano redentora y renovarnos la ilusión. He allí la naturaleza del autor revelada en su propia obra.
Debo decirles que leer las Crónicas del Ángel Gris es una grata experiencia que recomiendo con fervor. Allí encontrarán personajes entrañables como el polígrafo de Flores Manuel Mandeb, el músico prolífico Ives Castagnino, el ruso Salzman o el galán de barrio ávido de amores Jorge Allen, pero, fundamentalmente, verán como flota en toda la obra el espíritu de los Hombres Sensibles y el aura del Ángel Gris; ese ángel sombrío y descolorido que es más atorrante que santón y que recorre el barrio de Flores en el mismo momento que Dolina lo sueña.
Creo que esta entrega de El Ojo Críptico se parece más a Huella de Letras (nuestra anterior columna habitual) que a sí misma. Debe ser por eso de que la obra revela al autor.
Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico

viernes, 7 de octubre de 2011

El diario íntimo de Proserpina

Francis Picabia
12 de febrero de 1944: Es extraña la manera en que suceden las cosas. De pronto, mi vida parece encaminarse. Me siento condenada al éxito. Quienes desdeñaban mi profesión, hoy estarán masticando su acritud. ¿Creen que una actriz es una zorra? ¡Por favor! Tengo a mi lado a un hombre poderoso, y que aún ni siquiera ha despertado. ¿Escribí despertado? Sí, y le doy a esa palabra dos sentidos: uno literal, pues duerme ahora, aquí, en mi cama; otro figurado, pues todavía no son tantos los que han visto lo que es capaz de hacer y hasta dónde puede llegar… conmigo, claro está.” *

* Transcripción del diario íntimo de Proserpina hallado entre lo que fueron las pertenencias de la profesora Athena Eleusina y ofrecido a este cronista para su publicación por sus derechohabientes. Continuará en futuras entregas, a medida que avance la clasificación de los manuscritos originales.

RT

jueves, 6 de octubre de 2011

El diario íntimo de Proserpina

Francis Picabia
(A continuación el diario de Proserpina presenta páginas faltantes, tal vez cinco o seis. La profesora Athena Eleusina ha dejado algunas anotaciones al respecto. Este cronista las transcribe sin más dilaciones, pero no puede omitir sus sensaciones a pesar de su pretensión de objetividad. En verdad cree que se trata de una suerte de oración).


“Santa mujer, bendita eres tú,
pero incapaz de vencer a la ponzoña.
¿Qué no hay Dios que te salve?
Tu nombre será invocado
como estandarte de victoria;
pero de otros y no tuya.
¿Sabes a dónde te lleva este camino?
Al fin, que sea tu voluntad, y no la mía.”


* Transcripción del diario íntimo de Proserpina hallado entre lo que fueron las pertenencias de la profesora Athena Eleusina y ofrecido a este cronista para su publicación por sus derechohabientes. Continuará en futuras entregas, a medida que avance la clasificación de los manuscritos originales.

RT