Madrid, 14 de febrero de 2010
Querido Manuel:
Te escribo para contarte el duro trance que atravieso. Lo hago por el correo tradicional, ya que lo encuentro más seguro…
Como tú ya sabes me debato entre dos amores, por un lado está Consuelo, guapa muchacha de formas voluptuosas y cabellos al viento, y por otro, Soledad, mujer aguda y precisa con la que una conversación es el placer más acabado.
¿Qué puedo hacer, mi amigo? Cuando estoy con Soledad, me encuentro sin consuelo… y cuando estoy con Consuelo, me hallo en soledad… ¿Me entiendes?
Días pasados he escrito dos correos electrónicos. Uno a cada una de ellas, pero, por error, he confundido los envíos, razón por la cual Consuelo recibió el de Soledad y Soledad el de Consuelo.
A Consuelo le propuse una tarde de teatro clásico y a Soledad una madrugada de juerga disparatada. Curiosamente, ambas aceptaron. Soledad me ha dicho que apreciaba que hubiera descubierto la fiera indómita que anida en lo más recóndito de ella y Consuelo se prodigó en plácemes porque yo advertí sus sensibilidades más ocultas, eclipsadas –claro está– por un cuerpo de la hostia.
Si bien a esta altura a ti te consta que se ha tratado de una involuntaria confusión, debo confesarte que no he podido salir de ella y que he agravado sus consecuencias con flagrantes embustes que me han acorralado. Ahora, hago el amor sin consuelo y converso en soledad.
En el límite de la razón, me encuentro atormentado. Antes veía a Soledad durante el día y a Consuelo por las noches. Por estas horas, mis días son de soledad y mis noches sin consuelo. He pensado en concurrir al psicólogo para que alivie mis penurias, pero temo que al hablarle de Soledad ya no tenga consuelo y que al referirme a Consuelo me inunde la soledad.
Adivino, querido amigo, que has de estar un poco sorprendido, piensa entonces, cómo he de estarlo yo. Hoy mismo, día de San Valentín, pondré punto final a mi relación con Soledad y también a la que me une con Consuelo. A Consuelo le diré que necesito un poco de soledad y a Soledad que procuro algo de consuelo.
Si por alguna casualidad, no pudiera tener éxito, te pido un solo favor, llama por teléfono a ambas y diles que las amo con amor enamorado, de ese modo combatiré la soledad de Consuelo y llevaré consuelo a Soledad.
Un fuerte abrazo.
Rafael, solo y desconsolado.
PD: En adelante, ya no escribiré correos electrónicos, me he dado cuenta de que mis problemas no son en verdad de amores, sino a causa de Internet.
Ricardo Tejerina / 2010