jueves, 29 de noviembre de 2012

POESÍA ROTA


Claude Monet


Quisiera yo vivir
sin respirar el tedio de la almohada.
Tal vez, sólo sentir
la suavidad del carmín,
confiando en la alborada,
corriendo sin sentido,
porfiándole al destino
un recuerdo de aquel niño.
Pero no sé si podré, pues…
Quisiera yo vivir
Sin respirar el aire de tu ausencia.
Tal vez, sólo escapar
durmiendo en la maleza,
acariciando al lobo,
volviéndome su presa,
cambiando este destino
de fantasmas y de vino.

Ricardo Tejerina / 2012

jueves, 22 de noviembre de 2012

22 DE NOVIEMBRE DE 1963

Convergencia, Jackson Pollock

Yo morí en las vísperas. Aunque lo parece, no es una metáfora. Efectivamente morí un día antes de lo debido. Mi muerte debió producirse en una riña el 22 de noviembre de 1963, pero ocurrió, en verdad, 24 horas antes. El Universo no suele equivocarse de este modo, no son muchos los casos similares, pues estas “arritmias” tienen consecuencias terribles: alteran la historia de modo irreparable. Imagino que conocen el fenómeno que se denomina “Efecto Mariposa”, el mismo se basa en que el aleteo de una mariposa en Buenos Aires produce un terremoto en Tokio. Esto sí es una metáfora, una explicación simbólica de la causa y el efecto. Producido tal hecho, se genera la posterior consecuencia y todo se encuentra encadenado. Una lógica causal, podríamos decir. Pues bien, yo debía morir el 22 de noviembre de 1963, luego de intentar convencer a un compañero de que desistiera de su cometido homicida. Si bien no iba a lograr el objetivo, mi acción devenía en una disputa que finalizaba con la ejecución de un disparo por parte de éste que me perforaba el pecho. Está claro que él continuaría siendo un asesino, pero yo sería su víctima y no otro, puesto que luego de matarme –y ante el cierto peligro que corría– huiría del lugar y abandonaría su plan original por razones de fuerza mayor. Ése era el curso del destino o la acción precisa de la providencia; pero yo morí el día anterior por un error fatal del Universo. Esa alteración equivale al aparentemente inofensivo aleteo de la mariposa. En lugar de recibir un disparo en el pecho, fui atropellado por un automóvil mientras cruzaba una calle cualquiera en la ciudad de Dallas, Texas,  el 21 de noviembre de 1963. Como era de esperar, sobrevino el terremoto: al día siguiente Lee Harvey Oswald mató a JFK.

Ricardo Tejerina / 2011

lunes, 12 de noviembre de 2012

LA NOVELA Y LA CRÍTICA



Dijo RICARDO SANTILLÁN GÜEMES, prologuista de la novela. 
(Antropólogo, ex Director de la Escuela de Arte Dramático de la Ciudad de Bs. As., ex Director de Promoción Cultural de la Provincia de Bs. As., autor de Cultura, Creación del Pueblo y de Educar en Cultura). 

“Dentro del campo de la creatividad se suele distinguir entre fantasía, donde todo se torna “infinitamente” posible, pero con un peligro latente, el de perderse y enredarse en una nadería intermitente, e imaginación creadora en donde ese fantasear se autolimita para parir una forma estética. Y esto es lo que alcanza el autor pero con ciertas características que quiero esbozar y al mismo tiempo celebrar. Porque el “juego” que propone Ricardo no se da en el vacío y en su “sutil orquestación” confluyen, además de sentimientos, infinidad de ideas, valores y otras referencias de alta relevancia. Es importante destacar que el autor ejerce “el poder de la ficción” con una fuerte convicción. Por todo ello, celebro de corazón la aparición de esta nueva novela de Ricardo Tejerina.” 

Dijo JUAN MANUEL BEATI 
(Miembro permanente del Consejo de Promoción Cultural y Director de Proteatro – CABA). 

“Me gustó mucho. Una breve novela cargada de imágenes sensoriales, enigmas y paradojas, que evidencian la fuerza descriptiva del autor, su destreza para manejar los tiempos y su capacidad para compactar en una tradicional imagen de pueblo, mundos aparentemente distantes. Ricardo Tejerina, con maestría, fundamenta sobradamente y remoza, en un relato verosímil, el trillado refrán que reza: Conoce a tu aldea y conocerás el mundo.” 

Dijo JOSÉ CURIA 
(Artista plástico). 

“La pluma de Ricardo Tejerina, desde el primer capítulo hasta el último me llevó a revivir mi infancia, a recorrer con cierta nostalgia lugares conocidos, a reencontrarme con personajes y revivir situaciones similares. A recordar y conocer ciertos hechos históricos de nuestro país y del barrio. Fui recorriendo cada capítulo y en cada uno de ellos hallé poesía y cierta fantasía realista, por lo que me atrevo sin temor a equivocarme a calificar a esta novela, “El Carnaval del Diablo”, como una verdadera obra de realismo mágico con identidad propia.” 

Dijo AGUSTÍN AROSTEGUY 
(Escritor argentino, especializado en artes del espectáculo, radicado en Brasil). 

“Tejerina construye esta novela a partir del barrio, la construye de una manera tan delicada y sutil que no necesita nombrarlo todo el tiempo. Se apoya en una reminiscencia inquietante, en una remembranza incesante, que lleva hasta el corazón mismo del barrio (lo que implica, también, su lado oscuro). Lo que resulta más destacable es poder experimentar cómo esa reminiscencia y esa remembranza, trascienden las páginas de la novela y logran permanecer con y en el lector.” 

Dijo NORMA VILLARREAL 
(Artista plástica, fotógrafa y editora de medios gráficos). 

“La novela de Ricardo Tejerina nos introduce en un mundo querido y añorado: los Carnavales de nuestra niñez y adolescencia. La trama del argumento es atrapante, llena de vericuetos e intrigas. El hábil manejo de los tiempos y la aparición de los distintos personajes, que durante el transcurso de la narración vamos descubriendo sus interrelaciones, nos hace avanzar y retroceder en el relato, con la ansiedad de ir construyendo y armando las piezas de este juego que se nos propone. Antes que el autor lo evidencie imaginamos el rumbo del desenlace, sin dejar de sorprendernos en este proceso casi laberintico. Exquisito lenguaje: poético y descriptivo, en esta ficción para recomendar.”

sábado, 10 de noviembre de 2012

LA VIDA, LA INSPIRACIÓN


Alguna vez conté en este espacio cómo se activan los recuerdos valiéndome de lo que relata Marcel Proust (Francia, 1871-1922) en su profusa novela En busca del tiempo perdido –el famoso episodio de la magdalena mojada en el té y el retorno a la infancia por acción de la memoria influida por los sentidos–, desarrollado en el primero de los siete volúmenes de la misma, titulado Por el camino de Swann.

Pues bien, recientemente me enteré del fallecimiento (el pasado 20 de septiembre) de la mujer que inspirara al popular grupo Maná para su muy conocida y también bella canción “En el muelle de San Blas”. Se trataba de Rebeca Méndez Jiménez, quien por más de 40 años esperó a su amor que nunca volvió del mar.

El legendario muelle de San Blas está ubicado en el pueblo homónimo, perteneciente al Estado de Nayarit, situado al norte de Puerto Vallarta, en la paradisíaca costa pacífica de México. Las cenizas de la mujer, que soportaba el apodo cruel de “la loca del muelle”, seguramente se esparcirán en el mar y se confundirán con la naturaleza, dando efectiva cuenta de la extinción de la efímera vida humana… pero la historia, esa historia que anida en la música y la poesía, vivirá para siempre.

Y a qué viene todo esto, se preguntarán. Lo bien que hacen. Sucede que en las novelas, en los cuentos, en las poesías, desde ya en las canciones, y en las tantas otras formas de arte de naturaleza narrativa o poética, perviven historias de lo más auténticas, maquilladas y completadas con la necesaria ficción, pero en las dosis imprescindibles y nunca más de lo suficiente.

He allí, según creo, el éxito o el fracaso de una obra: en la capacidad de imbricar la realidad y la ficción de modo tal que una se amalgame con la otra, y que ya juntas reporten un tercer sentido, la obra. Y ésta, no es ni una, ni otra, sino que es sencillamente –y si se me permite ontologizando– “lo que es”.

Pero, ¿por qué apreciamos más a esas novelas, películas, canciones o poesías, cuando sabemos que se basan en un hecho real? Muy sencillo: porque esa historia bien pudo ser la nuestra; y como diría un estimado maestro de maestros, “una cosa es la fantasía que deriva en naderías, y otra cosa es la imaginación creadora que promueve una experiencia estética”. O dicho de otro modo: la experiencia de las experiencias, pues lo que llamamos “experiencia estética” es el encuentro sublime y armonioso del mundo real con el simbólico, reconvertido en goce sensible.

Nos gusta pues –disculpen por totalizar otra vez– que nos cuenten, aceptamos las licencias del narrador y los reverberos del poeta, pero, a ciencia cierta sabemos que necesitamos más verosimilitud para seguir creyendo.

Ayer me encantaba “En el muelle de San Blas”, por su melodía y por la belleza de su poesía. Presumo que muchos de ustedes luego de leer de estas líneas irán a YouTube y la buscarán para escucharla otra vez, y tal vez de una manera distinta. Ahora, les confieso que me fascina y conmueve hasta el máximo estadio de mi subjetividad, porque afortunadamente siempre veo ratificado que la vida es la gran obra inspiradora en la que todos participamos.

¡Ah!, y lo bien que hace esa misma vida en anidar en una letra escrita o descansar en una nota musical. A fe digo que no existen lugares mejores. ¿Ustedes qué creen?

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico