jueves, 30 de diciembre de 2010

LA VENGANZA DEL PICAFLOR

Roy Lichtenstein

Permítanme hoy contarles la historia del picaflor. Bien sabrán ustedes que con esa simpática apelación al también llamado colibrí, definimos coloquialmente al hombre palpitante que encuentra en cada falda la ocasión para un oportuno galanteo.
¿Es acaso el inofensivo Don Juan, cultor del piropo o la ocurrencia halagadora, un devoto lujurioso que ofende la moral pública? ¿Hasta dónde el varón convidador tiene margen sin caer en el mal gusto? ¿Puede, en verdad, confundirse el festejo de la fémina con el burdo atropello a la dignidad de las doncellas? Se me ocurren mil respuestas.
La insinuación del hombre a la mujer es un acto que se remonta en el tiempo cual barrilete de amoríos. Desde el origen, el varón fue deslumbrado por la curvilínea figura femenina. Por tal motivo, todo caballero halagador será tributado por sus congéneres en esas extensas y amenas tertulias dedicadas a la evocación incondicional del naif flirteo, aquél que lleva milenios de gozos compartidos.
Pero sucede que la modernidad ha histerizado las relaciones entre los sexos. En la era de la apología de la imagen (o del mirame y no me toques) todo entra en confrontación y se desvirtúa. El contacto y el roce –y aun más–, la amistad y la compañía, pueden ser defenestradas y mal tildadas de acosos interesados, cuando no pasan de ser modestísimas expresiones de una ingenua seducción, la que, por cierto, ni siquiera espera recibir la recompensa del cariño o tolerancia de la joven (o de la mujer madura, según sea), puesto que es llevada a cabo por el descendiente legítimo del original macho cabrío, al sólo efecto de cumplir con el ancestral ritual del cortejo femenino.
Claro está que, como diría el filósofo urbano Alejandro Dolina, los lechuguinos de espíritu, aquellos que racionalizan las pasiones y viven del chisme y la censura, ven en cada chichoneo una amenaza, y bautizan carentes de buen gusto a los hombres de ley que arremeten frente a las muchachas pizpiretas, aun sabiendo que nunca tendrán una historia que vivir.
Estos sementales criollos, que reverdecen la gesta del primer hombre querendón, merecen algo más de respeto y una discreta simpatía, ya que el coqueteo de las musas de carne y hueso justifica el dolor de los poetas, el mismo que fuera derramado en cada verso triste y concebido en insomnes madrugadas producto de infinitos y amargos desengaños.
Brindo pues por las damas merecedoras, cuyo don y virtud no radica en la efímera belleza, sino en el espíritu jovial y entretenido al que el piropo dignifica; y también por el colibrí, o más bien por el picaflor, que ningún mal hace cada vez que ennoblece con su efímera visita a las variopintas flores del jardín de la conquista.
Ricardo Tejerina / 2010

miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿QUÉ HAY DETRÁS DEL ESPEJO?

Lewis Carroll
En esta entrega, hablaremos de Charles Lutwidge Dodgson, mucho más conocido como Lewis Carroll (1832-1898), autor de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Les confieso que éstas, serán líneas difíciles y controversiales, toda vez que el mentado autor ha producido un quiebre tan grande en la literatura, de proporciones similares al cono de sombras que existe sobre su vida, con imputaciones que lo califican de misógino, o que lo cuestionan severamente por su afición por retratar niñas, dado que, también, era un fotógrafo consumado.
Desde luego que podría haber omitido en la selección de autores que he hecho (como paradigmáticos de los siglos XIX y XX) a Carroll y, tal vez, resultara inadvertido para el lector, puesto que el reemplazo con figuras como Gabriel García Márquez, Mark Twain o Charles Baudelaire, cubriría honrosamente el espacio liberado. Pero, hubiera sido un fraude intelectual, puesto que Carroll me genera tanta admiración como escritor, como reservas sus otros aspectos y facetas.
Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y por extensión su secuela Alicia a través del espejo (muchas veces versionadas de manera conjunta en reproducciones para el cine u otros formatos a los cuales se adaptaron ambas obras), son hitos de la literatura, principalmente por el rompimiento espacio-temporal que suponen los relatos. Vale aclarar que la narración acerca de un “mundo relativo”, definido como “el país de las maravillas”, es toda una novedad para la literatura contemporánea a Carroll, que giraba más o menos en torno a la tradicional novela burguesa (vida y obra del personaje protagonista, desde su nacimiento hasta la muerte, con aventuras y conflictos palaciegos y de alcoba) o la novela gótica como Drácula de Bram Stoker o Frankenstein o el Prometeo moderno de Mary Shelley. Es evidente que Carroll también se valió para las insólitas peripecias de Alicia de su condición de lógico y matemático, hecho que le posibilitó avanzar sobre los planos dimensionales y los desafíos lúdicos con una maestría que excedía lo literario. “Alicia...” es, además, todo simbolismo, puesto que nada es lo que en apariencia es (¿una paradoja tal vez?), sino que remite a la connotación permanente. Es decir, siempre hay un sugerido, un meta-mensaje, una representación de lo que no está, a través de lo que es.
Asimismo, con su verdadero nombre, Charles Dodgson, el autor también produjo trabajos científicos relacionados con la lógica y la matemática y fue bibliotecario y profesor en Oxford. Como puede deducirse con facilidad, la diversidad y la distorsión identitaria han sido una constante en la vida de Carroll, tanto en la ficción como en la realidad.
En suma, lo que encuentro en este formidable escritor británico es una idea dual omnipresente, como si en verdad fuera uno u otro, según el lado del espejo que se lo observe, o incluso, a través de él. Popularmente se lo piensa como un autor de cuentos para niños (Carroll), pero se trata de un científico polifacético de reconocido mérito (Dodgson), que alternó el rol de tímido bibliotecario con el de fotógrafo sin inhibiciones y el de circunspecto sacerdote anglicano con el de fóbico y obsesivo retratista infantil. El mismo que le regalase el manuscrito de su obra cumbre a Alicia Liddell (hija del rector de Oxford) pero que negase que el personaje protagonista –“Alicia”, por supuesto– estuviera basado en ella, a quien, además solía narrarle todas sus historias. Y, también, el que bajo las formas de un cuento infantil produjo uno de los relatos clásicos más emblemáticos de la literatura universal.
En este punto en el que nos hallamos, sólo puedo preguntar: Usted, estimado lector, ¿qué piensa al respecto?

Ricardo Tejerina / 2010

lunes, 27 de diciembre de 2010

EL PINTOR


Pablo Picasso

Su taller de trabajo es un laberinto. Bastidores, lienzos, paletas y óleos diversos, se disputan los centímetros de espacio y armonizan en un caos casi deliberado.
Algunas obras concluidas se estrechan contra la pared del fondo, cercanas a manchas de humedad que intentan a diario contagiarlas de su mal.
El pintor vuela, sus colores se deslizan por el lienzo con la gracia y la libertad de las liebres en el campo. La poca luz natural, resabio del día que ha de morir, no es obstáculo para que las figuras se iluminen sobre la tela.
Sabía, por su amigo Pablo,[1] que cuando ella llegara, sería bueno que lo hallara trabajando.
El pintor delira, su sensibilidad le surge urgente, su amor impío lo lleva a evocar los desafíos húmedos de la lujuria y a sumergirse en los abismos simbólicos de los mundanos placeres.
Ella, arribada, enigmática y sugerente, inseparable y poseída, se mimetiza en ese éxtasis y goza desesperada y frenéticamente. Aunque, como llegó, habrá de irse.
Es de noche. Entre amasijos de colores y pinceles el hombre yace y el frío del taller se vuelve insoportable. Rostros extraños cargaron la pesada osamenta del pintor muerto. Ya no habrá más vuelos, ni delirios.
Ella, como de costumbre, retornó y no lo halló. Confundida, volvió a hacerlo por varios días más, pero ya no.
Ella, la inspiración, hoy goza en brazos de otro amante.
Ella, la inspiración, sólo se lleva con la vida.

Ricardo Tejerina / 2008


[1] Pablo Picasso, pintor español, 1881 – 1973, se le atribuye la frase: La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.



jueves, 23 de diciembre de 2010

EL AURA DE LA OBRA DE ARTE

Walter Benjamin
            “La modernidad implica una experiencia estética donde la belleza es reemplazada por el shock, donde los objetos de arte no pueden ser ya bellos o perfectos; son objetos dudosos que despiertan en sus espectadores reacciones que nada tienen que ver con la contemplación recogida ante la obra de arte. El arte deviene indiferente a todo lo que pretenda ordenar a-priori cuáles han de ser sus objetos posibles; la disolución del aura de los objetos de arte implica su definitiva desacralización…”
Lucas Fragasso, Miradas sobre la modernidad.

En esta oportunidad, me detendré un momento en el aura de la obra de arte, puesto que me interesa la definición propuesta por Benjamin, que resuelve la complejidad explicativa de un tema ardoroso con una frase muy afortunada en cuanto a sentidos: “El aura es la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)”.[1] Este concepto aurático me resulta imprescindible para comprender a la obra de arte en su totalidad. Cuando pensamos, por caso, en una obra renacentista, cualquiera de ellas, tal vez el David de Donatello o Los desposorios de la Virgen de Rafael u otra de nuestro agrado, no podemos soslayar su antigüedad. Para la cultura occidental esa condición es de por sí valiosa, pero en cuanto al aura, mucho más relevante resulta ser la temporalidad. Esa categoría relativa al “tiempo de vida de la obra” implica sentidos que van bastante más allá de la sucesión cronológica, puesto que supone un acumulado de todo lo acontecido a la obra desde su creación, dado que si bien remite a un tiempo efectivo, también lo hace a un espacio, a un contexto tradicional y a sucesivas y variopintas miradas. Todo ello conforma esa lejanía atesorada en la obra de arte, la cual parece estar indefensa ante el riesgo de disolución que enfrenta en la modernidad.
Benjamin nos provee una idea gráfica del aura cuando la intuye como una sucesión de capas o envoltorios. Quitar la envoltura de los objetos de arte, aproximarlos, acercarlos, o incluso, en términos más adecuados para la obra de arte moderna: reproducirlos, penetrarlos o intervenirlos mediante una interactuación, supondría, de acuerdo con el pensador de la escuela de Frankfurt, la trituración del aura; ergo, la desacralización a la que aludía Fragasso en torno a la fugacidad de lo moderno, que, tal como sostiene Adorno, en la disonancia hallará su signo.[2]
Ricardo Tejerina / 2010



[1] Walter Benjamin, “La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica”, Discursos Interrumpidos I, Buenos Aires, Taurus, 1989.
[2] Theodor Adorno, Teoría Estética, Edición electrónica. Disponible en línea: http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/adornot/esc_frank_adorno0009.pdf


martes, 21 de diciembre de 2010

EL MAESTRO DEL CUENTO


Edgar Allan Poe
             Los géneros literarios son las distintas formas en que recibimos y disfrutamos de la literatura (poesía, ensayo, novela, cuento, etc.). Si bien cada lector tiene su acabada preferencia en cuanto a ellos, cada uno de los géneros tiene exponentes formidables. Edgar Allan Poe, por caso, es el indiscutible maestro del relato breve.
 Nació en la ciudad de Boston (Estados Unidos) en 1809 y murió a la temprana edad de 40 años, dejando atrás una prolífica obra que comprendemos y apreciamos hoy día, más aún que en aquel entonces. 
La vida del escritor fue tormentosa y atravesada por el mismo devenir sombrío que se advierte en toda su obra. Sus padres (los Poe) murieron a poco de su nacimiento y quedó bajo la custodia de los Allan, un matrimonio con buen pasar de Richmond. Los sucesivos conflictos lo terminaron alejando de estos últimos, al punto de quedar desheredado por mandato de su padrastro. Se casó entonces, con su prima adolescente Virginia Clemm, quien falleció de tuberculosis apenas dos años después del enlace. Como se ve, el joven autor que iniciara su carrera con el escueto Tamerlane and other poems, no las tuvo todas consigo, hecho que resalta aún más su formidable legado.
Si bien su obra como poeta es vasta, y de hecho allí encontramos sus comienzos, insisto en que Poe es la figura más emblemática del cuento y particularmente del cuento de terror o gótico. No existen muchos casos de relatos breves que hayan alimentado tanto al cine como lo han hecho los del célebre autor bostoniano. La caída de la Casa Usher o El caso del señor Valdemar (tal vez, mi favorito), dan prueba de lo que sostengo.
Es singular la forma de titular de Poe, puesto que es desde allí que genera una pulsión sobre el lector. El también autor de El tonel de amontillado, El diablo en el campanario y del poema El cuervo, solía decir que había que ganarse la atención de quien llegase a la obra en los primeros dos o tres renglones... un desafío harto difícil de superar, por cierto, pero que él enfrentaba a la perfección.
  Como si todo esto fuera poco, su personaje “el Chevalier, Auguste Dupin” (que aparece en Los crímenes de la calle Morgue, La carta robada y El misterio de Marie Rogêt) es el antecesor de los clásicos Sherlock Holmes (de Arthur Conan Doyle) o Hércules Poirot (de Ágatha Christie), dejando entrever la inocultable influencia que Poe ha ejercido sobre otros insignes autores, entre los que también se destacan los argentinos Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar.
En síntesis, nos encontramos ante un pionero que, si bien no pudo cumplir el sueño de tener su propio periódico, ha inmortalizado una manera de narrar y formado una escuela de ilustres seguidores que lo reconocen como el más grande cuentista que jamás haya existido.

Ricardo Tejerina / 2010

miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA POLÍTICA Y EL ARTE DE LOS MURALISTAS MEXICANOS

David Alfaro Siqueiros
Es curioso como funciona el proceso de aprendizaje, el mismo que es una sumatoria de técnicas, teorías y habilidades, pero, también, aquél que de algún modo es una suerte de despertar, un reconocimiento de algo que ahí estaba, pero que no podíamos ver.
            Este proceso, generalmente se produce a partir de las formas establecidas que la sociedad ha definido para impartir el conocimiento, pero alcanza su punto más alto (y tal vez más trascendente) cuando opera a través del mentor. Es decir, de aquella persona que es capaz de generar en el otro el deseo de saber y la gratitud por la guía recibida en el largo camino del saber.
            En la política ocurre algo similar, sublima también a partir del mentor. Se me ocurre que esa llama que enciende el líder puede ataviarse de modos muy distintos. O sea, que puede haber mil fuegos en el fuego, pero todos ardiendo como uno, aunque distinguiéndose por los matices cromáticos que las mismas llamas ofrecen.
            Encuentro pues en el arte, una fuerte ligazón con la política. Considero que lo ideológico cuando atraviesa el simbolismo artístico, produce una referencia estética, y ella, decanta en diversas obras. Así como el fuego contiene mil fuegos, el arte contiene mil ideologías.
            El Movimiento de Muralistas Mexicanos da prueba de lo que digo. Su razón de ser es artística, su sentido es simbólico y su impronta marcadamente ideológica. De allí que sostengo que hay un tránsito del Movimiento Muralista a la militancia mural, porque lo que primero fue la ideología del artista, luego se transformó en la militancia de la obra, la que trasciende incluso a su propio creador aunque, a fuerza de ser sincero, sin desprenderse del todo de él.
            El muralismo es denuncia, pero también es belleza. Es emancipación y resistencia, pero también dúctil policromía. Es la fuerza de las entrañas originarias que reclaman la reivindicación de la sangre derramada, pero también es vanguardia artística. Es el encuentro de lo americano y lo europeo, pero a partir de una identidad que no sucumbe al menoscabo. Es la apropiación autóctona del otro dominante, desplegada a gran tamaño.
            Hay pinturas que no entran en la tela. Ésas, las que tienen por destino el muro, son aquéllas que necesitan un soporte más duro y más sufriente, único capaz resistirlas. De seguro que es porque también es tan duro y tan extremo el significado que contienen.


Ricardo Tejerina / 2009

viernes, 10 de diciembre de 2010

LA ÚLTIMA PARTIDA


Sin registro autoral, pero ¡qué bueno es!


Con respeto y admiración a R. W.
Siendo apenas un joven, conversando una tarde de lluvia con Rodolfo, mientras jugábamos ajedrez, me dijo que la clave estaba en la transposición de jugadas…[1]  Pero que era una medida extrema y que se debía utilizar sólo cuando resultara inevitable. Yo sabía que él decía la verdad, que conocía rigurosamente la íntima fibra de los acertijos y los enigmas. Era brillante, lúcido como pocos y fantástico estratega. En verdad, yo concurría a su casa a aprender, y él, generosamente, me enseñaba. Desde Sócrates para acá sabemos que el conocimiento se transmite hablando, del maestro hacia el discípulo... En fin, la mayéutica.
En la vida siempre hay que tener una estrategia, igual que en el ajedrez. Alimentada ella con infinitas tácticas, susceptibles de imprevistas modificaciones, orientadas siempre a conseguir el objetivo con la mayor eficiencia. Es decir, con la menor inversión de recursos, por si fallase, porque siempre puede fallar, obviamente.
El jugador no juega sólo para ganar, juega por el placer de jugar, nunca lamenta perder, el que lo hace sólo demuestra con ese bochorno que no es jugador. Yo, casi nunca le ganaba a Rodolfo, pero disfrutaba de cada partida, aunque más de las veces mi rey terminaba sitiado en fatal jaque mate... Así, derrota, tras derrota fui aprendiendo y me hice cada vez más diestro.
Comprendí, por ejemplo, que el avance nunca debe ser frontal, aunque debe parecerlo. Supe también que los alfiles son los tutores del triunfo, ya que su corte diagonal nos garantizará el dominio del tablero en el cerco final. Incorporé que podemos sacrificar algún peón para controlar la franja media y también atesoro como experiencia que las torres avanzarán despaciosamente, haciendo cada vez más estrecha la superficie del rival. Por último, los caballos influirán con su panóptico y la dama, la reina, hará lo que tenga que hacer, con elegancia si fuera posible, salvajemente si se tornase necesario.
Con el tiempo he desarrollado algunas habilidades, y si bien sólo soy un aprendiz, en ocasiones he superado al maestro... Domino bien el despliegue posicional. Puedo asumir la ofensiva, me gusta más incluso, pero también soy hábil contragolpeador. Puedo pensar rápido, de modo que el reloj no me complica y he pulido finamente los movimientos de la reina, la que a pesar de su naturaleza real, actúa siempre bajo mi exclusivo control.
De todo lo que aprendí, que fue mucho, la mayor parte me ha servido hasta el día de hoy, pero nunca demostré mayores virtudes para pactar empates, lo que en  la jerga ajedrecística se denomina simplemente: “negociación de tablas”.
Me encanta el ajedrez, me encantaba jugarlo con Rodolfo. Cada vez que me enfrento a un nuevo duelo, tanto en la vida como en el juego-ciencia,  pienso en sus palabras tan sabias y certeras: “La clave está en la transposición de jugadas”.
Transposición, cambiar el orden, alterar las secuencias del antes, durante y después... Tan simple como eso, tan riesgoso para el que la propone, pero tan desconcertante para el adversario, para el challenger. Fatal, yo diría.
En mi último duelo reciente, con el que la vida me puso de nuevo a prueba, y cuando ya han pasado más de treinta años sin Rodolfo, he tenido que aplicar su consejo rector y máxima enseñanza, lamentablemente, porque el destino de tablas era inexorable, pero yo no podía aceptarlas en modo alguno. Debí cambiar, exigirme para forzar la mutación de ese designio.
De todos modos, no he querido quedarme a presenciar el final, a fin de cuentas, entre jugadores, no se trata de ganar o de perder, sino de jugar, por el lúdico placer de hacerlo y disfrutar cada partida como si fuera la última...
Y así fue que cuando tú y yo nos atrevimos a iniciarla, sabíamos que ésta, invariablemente, lo iba a ser.
Ricardo Tejerina / 2008



[1] Alegoría y tributo al relato de Rodolfo Walsh (Escritor y Periodista argentino, 1927 – desaparecido 1977) “Transposición de jugadas”, recopilado en Cuento para tahúres y otros relatos policiales, Ediciones La Flor.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿QUIÉN MATÓ A RODOLFO?



Rodolfo Walsh
 
            Rodolfo Walsh, además de todo lo que representa como figura de la cultura, es también un símbolo de convicción política. Desaparecido desde el 25 de marzo de 1977 –luego de cumplido el primer año del último golpe de estado y un día después de la fecha que llevaba su afamada Carta a la “infausta Junta Militar” –, cuando fuera emboscado en la intersección de las avenidas San Juan y Entre Ríos de la Ciudad de Buenos Aires, supuestamente por un grupo comandado por el ya casi olvidado Alfredo Astiz, el eximio escritor trascendió la dimensión del hombre y se elevó a la categoría de mito.
El oriundo de Choele-Choel y lúcido ajedrecista, autor de estupendos cuentos policiales y relatos impregnados de deliberada oscuridad, todos construidos a partir de una prosa fluida y seductora que también apelaba al humor y la ironía (por caso, Cuento para tahúres, Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto), o Los ojos del traidor, son imperdibles), en un punto sintió que la ficción lo encorsetaba y no lo completaba como escritor. Fue Walsh el que produjo en la Argentina el sincretismo entre periodismo y literatura. Bajo el ala del nuevo género literario non fiction (no ficción), fue que encontró la plenitud de su capacidad expresiva puesto que, lo que ya era magistral, ahora se nutría con lo más sagaz del investigador y la curiosidad indomable del periodista que, si bien desde siempre convivieron en el mismo Walsh, en este punto se revelaban del todo evidentes; además, claro está, de la ideología del autor que atravesaba transversalmente gran parte de su obra.
Así, surgieron los textos paradigmáticos de su vasta producción: Operación Masacre (investigación periodística sobre el fusilamiento ilegal de civiles ocurrido en 1956 en la localidad bonaerense de José León Suárez, en tiempos de la “Revolución Libertadora”), ¿Quién mató a Rosendo? y El caso Satanowsky (acerca de los asesinatos del dirigente de la UOM Rosendo García y de Marcos Satanowsky), o Esa Mujer. En relación a ésta última sólo diré que la forma en que lleva el relato, prescindiendo siempre de nombrar a quién se refiere (Eva Perón), y suplantar la identidad por “esa mujer”, es una proeza literaria de la que no existe igual.
Pero, Walsh, no sería Walsh, sino por el duro derrotero interior al que estuvo sometido su espíritu. Nómade de afectos y sin arraigos familiares, nada pudo detenerlo en la ingente búsqueda de su cruel destino. Como el “agón” que es el que lucha (también el que muere, el que agoniza) y sabiendo que al final del camino no habría más que calamidades, el ya prestigioso hombre de letras e intelectual político, referente insoslayable del pensamiento nacional y popular, trocó su existencia en militancia activa. Con el dolor a cuestas por la muerte de su hija mayor ,María Victoria/Vicky, relatada por el mismo Walsh en una carta a sus amigos, el hombre que fue, iba, paulatinamente, desencarnando para asumir, más temprano que tarde, un lugar más allá del ser.
El que suscribe, siempre sostuvo que una sola frase -a lo sumo dos- alcanzan para justificar por sí solas la carrera completa de un escritor. Es decir, si se acepta lo que sostengo, que no le hace falta a Neruda más que: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche...”[1], o, a José Ingenieros: “El hombre que se postra ante el rango de fetiches pomposos, logra hacer carrera en el mundo convencional al que sacrifica su personalidad, lo merece. Su destino es frecuentar antesalas para mendigar favores, perfeccionando en protocolos serviles su condición de siervo”[2], aunque, de más está decir que podría apelar a infinitas citas de ambos y todas serían igual de buenas, he ahí el secreto de lo que planteo.
En el caso de Rodolfo Walsh encuentro la justificación a la que aludo, en la última parte de su Carta Abierta a la Junta Militar (argumenta el político, narra el escritor), cuando dice: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.
Pudieron matar al hombre, es cierto, mas no a su palabra, mas no al mito. Ya no importa quién o quiénes lo hayan hecho, pues el olvido más frío es la condena que la memoria perenne de Walsh, de modo inapelable, les ha impuesto. Y está bien que así sea.
Ricardo Tejerina / 2010




[1] Neruda, Pablo, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
[2] Ingenieros, José, Las fuerzas morales.

viernes, 3 de diciembre de 2010

IMPRESIONES DE UN VIAJE

Ernest Descals

          Se trata de un correo electrónico. O, mejor dicho, de la lectura de un correo electrónico. Mi amigo está de viaje y me cuenta sus impresiones. Mientras tanto, mientras leo, así, en silencio y para adentro, fluyen estos pensamientos:

Barcelona, 3/12/2010, 18.30 hs.
¿Cómo es la vida en Buenos Aires? Ya me he olvidado del sufrimiento del sur. Es que uno se acostumbra rápido a lo bueno, y de momento, estamos aquí disfrutando de los jamones de pata negra, de pulpillos y chipirones, de las tapas, de la historia, del arte, de los servicios de metro y de bus en horario. Y también de los productos que la globalización nos trajo.
Buenos Aires, 3/12/2010, 13.45 hs.
Y… cómo si no lo supieras. Pero también está buena. No sé si la querríamos tanto si resultara más sencilla. Buenos Aires es calurosa y húmeda por estas horas, atestada de autos y con cada centímetro de acera cubierto por la inmensa cantidad de gente que se mueve, que se apura, que se fastidia, que olvida y que recuerda. Con puestos de panchos y vendedores de gaseosas y de helados de palito bombón en gastadas conservadoras de telgopor. Es un arte ganarse la vida aquí, y también es arte la arquitectura de la Avenida de Mayo, el Café de los Angelitos o el Tortoni, tanto como los graffitis del subte o las calles empedradas de San Telmo con su plaza de cervezas.
Barcelona, 3/12/2010, 18.30 hs.
Tratamos de evitar los no lugares, pero hoy es casi imposible. Entrás a tomar un café a un VIPS, marca de aquí, y es igual que entrar a uno de los cafés modernos o modernizados de Buenos Aires, o de Córdoba, o Florianópolis, o Viña del Mar, o Reñaca, o Bahía Blanca, o Mar del Plata, o Toledo, o Madrid o Barcelona. Hablo de algunas de las grandes y medianas ciudades que conozco.
Buenos Aires, 3/12/2010, 13.45 hs.
¡Caramba! Se agrandó Chacarita. Me tiró todas las ciudades que conoce y ya agregó las de este viaje el muy oportunista… Yo conozco Chañar Ladeado, Firmat, Labordeboy, Rosario, Pergamino, Corral de Bustos y Villa Gesell… ¿y qué?
Barcelona, 3/12/2010, 18.30 hs.
Sí, hay cosas muy particulares y otras muchas muy pero muy iguales a nuestra gran ciudad. Y no sólo hay similitudes en la metrópoli sino también en las afueras, en los pueblos pequeños, satélites. Hoy estuvimos en Cerdanyola des Vallés, cerca de Sabadell. Fuimos hasta allí porque mi cuñado vivió dos años con su familia, en un intento de radicación en el viejo mundo. Es muy parecido a algún pueblito pujante de la provincia de Córdoba, con serranías, tranquilidad, siesta (aquí comienza a las l4 hs), gente volviendo a comer a su casa, niños disfrutando de las calles, bus que van y vuelven de Barcelona, y que van y vuelven a los pueblos vecinos.
Buenos Aires, 3/12/2010, 13.45 hs.
¡A la pucha!, lo que es la nostalgia identitaria. Enseguida buscamos encontrar referencias y similitudes. Te entiendo, amigo. Siempre somos peregrinos en busca de la luz, en nuestra tierra o en el extranjero. Confieso que me gustan los pueblos rodeados de sierras. No sé, los intuyo protectores y a la vez poseedores de secretos. 
Barcelona, 3/12/2010, 18.30 hs.
Hay ejecutivos de grandes empresas que están en la periferia de esos pueblos. Se nota desde lejos que no son originarios de estos lugares; los delatan sus trajes, sus corbatas, sus zapatos, sus prendedores, maletines, abrigos y los distintos aparatos tecnológicos que portan: netbooks y notebooks, GPS, pen drives, MP3, MP4, celulares de última generación…
Buenos Aires, 3/12/2010, 13.45 hs.
Y sí, la modernidad. Todo para comunicarse con cientos a la distancia, pero en la soledad de las calles pueblerinas. Casi una paradoja. Tipos que están vestidos para una fiesta, cargados de aparatos que le permiten hablar hasta con la China, pero que se encuentran más solos que los chocos callejeros. Bueno… después de todo nosotros también los usamos, a alguno de esos aparatos digo, ahora mismo incluso, pero a fe confieso que no te imagino enfundado en alguno de esos trajes tan brillantes, prendido a la compu portátil, atado a un GPS y con un par de celulares en cada mano… Porque, si de alardear se trata, nada mejor que te inclines para atrás y eches hacia delante esa panza bien criolla.
Barcelona, 3/12/2010, 18.30 hs.
Toman café en los Mac Donalds, que como es obvio también los hay, mientras imparten órdenes virtuales a los responsables de las empresas que vienen a visitar o supervisar. Son los nuevos virreyes, enviados por los directorios regionales o las casas centrales, para poner orden, racionalizar y, en definitiva, exprimir más y más.
Buenos Aires, 3/12/2010, 13.45 hs.
¡A la flauta! Nuevos virreyes, me gustó esa idea. Pensar que de aquí los muy flojitos salieron carpiendo a los primeros fogonazos. En verdad te digo que no sé por qué todavía en la ciudad de Buenos Aires hay calles que los recuerdan. Están todas apiñadas en Belgrano. Si sigo lo que vos decís, los de antes, como los de ahora, lo que hacen es más o menos lo mismo. Aquellos para la corona y estos para las multinacionales… ¿Vos crees que encima merecen el homenaje de una calle que los tribute?
Barcelona, 3/12/2010, 18.30 hs.
Como dice una canción de León Gieco: "Si nuestro sudor valiera ya habrían hecho un sudoructo.".
Buenos Aires, 3/12/2010, 13.45 hs.
Valer, vale, pero aquí queda. Nuestro sudor aún humedece la tierra fértil, la tierra nuestra. Dale, volvé rápido. Tal vez esté linda la Europa, pero, como decía el gran Cacho: “si vieras que linda que está la Argentina”…
Barcelona, 3/12/2010, 18.30 hs.
Un abrazo grande para vos, amigo… ¿me creés si te digo que al terminar estas líneas se me está piantando un lagrimón?
Buenos Aires, 3/12/2010, 13.45 hs.
Regá entonces con él, aquel suelo tan lejano. Las tuyas, las nuestras, son lágrimas de libertad, son lágrimas que sobreviven quinientos años después.


Roberto Coluccio y Ricardo Tejerina / 2010

martes, 30 de noviembre de 2010

EL UNO Y EL OTRO

Ernest Descals

La hambruna de posguerra era cruel en la doliente Europa. Subirse al barco implicaba una quimera. Bajarse de él, en los arrabales del suelo americano, una aventura. Tal vez la última oportunidad, o quizás, la nada.
La brisa marina ahuyentaba el olor a muerte y lo trocaba en un aroma fresco y salado, favorable al olvido. La ausencia de costa denunciaba la soledad y la orfandad sobre cubierta, con la pesada nave rumbo a mar abierto y quimérico destino.
            Él, acodado en la barandilla, interpelaba al horizonte que nada respondía, imperturbable. De un bolsillo de su saco sobresalía, apenas, una sacra Biblia deteriorada, mientras que en el otro viajaban cual polizones, páginas ominosas teñidas con roja sangre derramada. Una lágrima imprevista cayó al mar con la ingenua pretensión de desbordarlo.
            Karol, obstinó su corazón y el oleaje pareció borrarse de súbito de aquellos ojos tan celestes. Pensó en su padre Grzegorz y en su madre Gerda, sepultados ambos por el manto de la madrugada triste, en tierra baldía e irredenta.
            Las manos, fuertes y viriles, denunciaron crispación. La destrucción de la añosa abadía pueblerina le dolía adentro. El fuego –que ardió como mil fuegos– había amenazado también con quemarle la piedad. Sin embargo, la mirada inanimada del último de los jóvenes fanatizados por el régimen, todavía laceraba su espíritu perplejo. Lo había tenido convulso entre sus brazos, luego de que la balacera lo alcanzara inapelable. Del interior de su chaqueta desgarrada había tomado una edición económica de Mein kampf[1]que databa de 1930.
            Las  penosas noches en el gueto polaco –junto a los hijos de David– formaban parte del pasado. Ahora, viajaba sin equipaje a la América ultrajada bajo el filo de la espada y la indulgencia de la cruz, en tiempos de la conquista.
            Cinco siglos de despojos, matanzas y guerras fratricidas se unían en su viaje personal como buscando en él a un cordero de expiación. Tal vez por ello el dolor le resultaba tan extremo a medida que el puerto se acercaba.
            En lo que otrora fuera el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires fue recibido sin boatos, de un modo austero y tal vez  desangelado, tanto como lo había sido el lento descenso de almas de aquel vapor europeo. 
            Al presentarle sus documentos al hombre que asentaba celosamente los datos de los viajeros, éste se plantó de golpe. Levantó su vista cansada y le preguntó qué traía entre las ropas, además de la pobreza, confesada en silencio por los puños raídos y la ausencia de maletas.
            Karol comprendió sin dificultad, pero vaciló por un momento. Luego, sus manos buscaron en cada uno de los bolsillos del saco. Al retirarlas, le mostró al dependiente estatal la contratapa de dos libros.
            El escribiente trató de identificarlos, mas su intento resultó del todo vano; los libros por su reverso suelen ser parecidos y a veces hasta iguales, tal como sucede con los hombres por la espalda o las barajas por el lomo.
Al advertir el desconcierto de su interlocutor, Karol los giró y en prolijo español –aunque con marcado acento– dijo escueto:
-          Tú eliges.
Por detrás del empleado de Migraciones una dama lúcida irrumpió con intempestiva ofuscación:
-          ¿Por qué ofreces una elección entre Hitler y Jesús?
-          Porque en el nombre de uno y del otro se han matado a millones –respondió preciso el arribado, en el límite de la herejía.
-          Es curioso que tú sostengas eso, digo, siendo un cura... por lo que vemos en tus papeles –replicó la dama.
Karol sonrió y con humildad sincera acotó:
-          Aún no he sido ordenado, pero es cierto, estoy huyendo de la sombra de uno y buscando la luz del otro. Uno me recuerda el holocausto de los míos, el otro, a la masacre de los tuyos. Por uno –creo– arde el infierno, por el otro confío en el perdón de los pecados. El bien y el mal son parte de lo mismo, la elección nuestra define el porvenir. Los hombres, como los libros, no son sino lo que llevan dentro...
La mujer asintió complacida.
-          Tú... tú deberías ser Papa –pronunció.
Con algo de rubor en las mejillas, el inmigrante se acomodó las solapas, destapando así su cuello que lo confirmó religioso. Sin esperar más comentarios se hincó sobre el suelo, besó la tierra última y penitente pidió perdón por la barbarie de muchos otros.
Los años se sucedieron, él nunca se ordenó sacerdote, abandonó los hábitos y su simiente fue fecunda en aguerrido vientre criollo. Más hijos del mestizaje nacieron para soñar libres la patria grande de San Martín y de Bolívar.
Hacia el final del horror, otro, homónimo de Karol, repetiría su pionero beso de misericordia a la madre tierra, al pisar suelo argentino. Su albo atuendo lo diferenciaba de aquel digno inmigrante adolorido, pero una idéntica fe, errante y peregrina, lo acompañaba por doquier en su arduo trajinar.

Ricardo Tejerina / 2010



[1] En español Mi lucha, libro que escribiera Adolf Hitler en prisión, luego de lo que se conoce como el “Golpe de Múnich”. Representa las bases del Nacional-Socialismo alemán. 

domingo, 28 de noviembre de 2010

CONSUELO Y SOLEDAD

Pablo Picasso

OBRA FINALISTA
DEL III CONCURSO "PABLO NERUDA" DE CARTAS DE AMOR
CORIA, ESPAÑA, 2010.


 
Madrid, 14 de febrero de 2010
Querido Manuel:
            Te escribo para contarte el duro trance que atravieso. Lo hago por el correo tradicional, ya que lo encuentro más seguro…
Como tú ya sabes me debato entre dos amores, por un lado está Consuelo, guapa muchacha de formas voluptuosas y cabellos al viento, y por otro, Soledad, mujer aguda y precisa con la que una conversación es el placer más acabado.
            ¿Qué puedo hacer, mi amigo? Cuando estoy con Soledad, me encuentro sin consuelo… y cuando estoy con Consuelo, me hallo en soledad… ¿Me entiendes?
            Días pasados he escrito dos correos electrónicos. Uno a cada una de ellas, pero, por error, he confundido los envíos, razón por la cual Consuelo recibió el de Soledad y Soledad el de Consuelo.
            A Consuelo le propuse una tarde de teatro clásico y a Soledad una madrugada de juerga disparatada. Curiosamente, ambas aceptaron. Soledad me ha dicho que apreciaba que hubiera descubierto la fiera indómita que anida en lo más recóndito de ella y Consuelo se prodigó en plácemes porque yo advertí sus sensibilidades más ocultas, eclipsadas –claro está– por un cuerpo de la hostia.
            Si bien a esta altura a ti te consta que se ha tratado de una involuntaria confusión, debo confesarte que no he podido salir de ella y que he agravado sus consecuencias con flagrantes embustes que me han acorralado. Ahora, hago el amor sin consuelo y converso en soledad.
            En el límite de la razón, me encuentro atormentado. Antes veía a Soledad durante el día y a Consuelo por las noches. Por estas horas, mis días son de soledad y mis noches sin consuelo. He pensado en concurrir al psicólogo para que alivie mis penurias, pero temo que al hablarle de Soledad ya no tenga consuelo y que al referirme a Consuelo me inunde la soledad.
            Adivino, querido amigo, que has de estar un poco sorprendido, piensa entonces, cómo he de estarlo yo. Hoy mismo, día de San Valentín, pondré punto final a mi relación con Soledad y también a la que me une con Consuelo. A Consuelo le diré que necesito un poco de soledad y a Soledad que procuro algo de consuelo.
            Si por alguna casualidad, no pudiera tener éxito, te pido un solo favor, llama por teléfono a ambas y diles que las amo con amor enamorado, de ese modo combatiré la soledad de Consuelo y llevaré consuelo a Soledad.
            Un fuerte abrazo.
Rafael, solo y desconsolado.   
PD: En adelante, ya no escribiré correos electrónicos, me he dado cuenta de que mis problemas no son en verdad de amores, sino a causa de Internet.
             
 Ricardo Tejerina / 2010