sábado, 7 de diciembre de 2013

LOS NO AMANTES DE SALOMÉ FERREYRA (COMENTADO)



En enero del año en curso, iniciamos la tercera temporada de “El Ojo Críptico” con un espacio de cuentos comentados que denominamos “La Bitácora”. En aquella ocasión reprodujimos el relato (serio, con influencias de Poe) “El caso del director del cementerio de Londres”,  y yo realicé de modo muy especial una suerte de referencias acerca de las características de construcción del cuento, sus simbolismos y propósitos. Ahora, cerramos esta temporada con otro cuento de tono menor (con clara orientación a la sátira y el humor) y su comentario. Dos caras de una misma moneda.

Aquí el link para leer el cuento: 


LA BITÁCORA
La mirada de El Ojo Críptico

Este relato, algo así como una crónica que se emparenta con las formas y el estilo de Alejandro Dolina (o eso pretende), es una típica creación relajada y libre de todo tipo de ataduras y convenciones.
Sinceramente, creo que la literatura también debe tener su costado entretenido, amigable y festivo. Con “Los no amantes de Salomé Ferreyra”, he querido darle una vuelta de tuerca al humor sencillo, a veces del todo lineal, pero ubicado en un contexto de redacción que no pierde algunas formalidades. Esto es así, justamente, para contrastar la simpleza (y hasta el absurdo del contenido), con la utilización de recursos y palabras que –en apariencia– corresponden a otros géneros.
La redacción “dolinesca” del cuento que nos ocupa, es un tributo al autor de “Crónicas del Ángel Gris” y “Cartas Marcadas”, verdadero maestro de la ironía y el eufemismo.
Finalmente, decirles que he tomado de la vida real las características que luego le transferí al personaje de Salomé Ferreyra, y que el humor y la sátira son la base compositiva de este relato, el que no tiene más pretensiones que arrancar alguna sonrisa producto de las extravagantes relaciones y contrasentidos.
Seguimos el próximo año, cuando inauguremos la cuarta temporada de “El Ojo Críptico”. ¡Muchas gracias!

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico

sábado, 9 de noviembre de 2013

LOS DOMINGOS DE BOGOTÁ


El autor estuvo recientemente en la ciudad de Bogotá, capital de la República de Colombia, por cuestiones ligadas a su profesión, hecho que le permitió advertir algunas costumbres y comportamientos de la sociedad bogotana. En esta entrega comparte su mirada casi como un cronista de viajes. Después de todo, la mejor forma de advertir la cultura de un lugar es recorrer sus locaciones, degustar sus comidas y hablar con su gente. 

Bogotá es una gran ciudad latinoamericana. La capital de Colombia –que durante la época colonial se denominó Santafé de Bogotá– debe tener en la actualidad más de 8 millones de habitantes, más del doble que Buenos Aires, por ejemplo.
Su ubicación geográfica se halla en el centro del país, en la sabana de Bogotá, rodeada por la formación montañosa andina oriental. Y también es la tercera capital más alta de América del Sur, después de La Paz y Quito, a partir de su emplazamiento a más de dos mil seiscientos metros sobre el nivel del mar.
El lema colombiano (que te recibe en el aeropuerto internacional de Eldorado, uno de los más modernos y amplios del continente) es “Libertad y Orden”, muy similar al “Orden y Progreso” de Brasil. Ambos con una profunda raíz positivista, la clásica corriente de pensamiento que dominó el siglo XIX y cuyos principales exponentes en la Argentina han sido Juan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento.
Sí, lo sé, la introducción ha sido un manojo de datos duros que pueden hallarse en cualquier descriptiva de las que abundan en Internet, pero me pareció bueno facilitar el contexto mínimo para poder adentrarnos con mejores resultados en las particularidades de una gran ciudad de nuestro continente, donde el mestizaje y las raíces americanas se vuelven tan evidentes como atractivas.
Bogotá es un buen ejemplo de ciudad que continúa un ambicioso proceso de transformación urbana, si hasta fue pionera en implementar lo que en Buenos Aires es la novedad del Metrobús y que allá se conoce como el TransMilenio, el que ya está incorporado y afianzado como medio de transporte público.
En la geografía del centro se destaca la modernidad y la altura de las construcciones edilicias, las que van disminuyendo en tamaño y aumentando en antigüedad –y a veces en precariedad– a medida que uno se aleja de esos lugares dominantes, y al decir de los lugareños “mas seguros”.
Pero, no son esas características las que me interesan para esta nota, sino las costumbres típicas del día de descanso, el aroma a comida callejera que impregna a la metrópoli, y la disposición de la ciudadanía bogotana que –a no dudarlo– sabe cómo disponer del espacio público y cómo ejercer sus derechos civiles sobre él. Eso sí que me resultó de lo más interesante. Bogotá se puede vivir y sentir. De eso se trata.
Llegué a Bogotá en un vuelo de LAN, luego de hacer escala en Santiago de Chile, un domingo por la mañana, justamente. Me alojé en un hotel del barrio universitario de Teusaquillo, y ni bien descansé un poco del viaje y me aclimaté, salí a conocer la ciudad “solito mi alma”.
 Rápidamente, advertí que la Avenida Caracas me acercaría al destino que prefería para comenzar mi recorrido de a pie. En pocos minutos me encontré frente a un monumento del Libertador General José de San Martín (mi argentinidad se solazó, no lo niego) y ahí nomás, caminando por la explanada del imponente Museo Nacional.
Me sentí a gusto, aunque no podía disimular mi condición de extranjero. Cuando uno está en territorio ajeno y nuevo, hasta una bicisenda puede ser un peligro inminente. En Bogotá, las bicisendas están dispuestas en las veredas y no en las calles, eso sí que puede jugarte una mala pasada si vas en “babia”, como yo lo hacía.
Volviendo por la senda, les cuento que los domingos el centro de Bogotá se vuelve peatonal y apto para transitarlo en cualquier medio con ruedas, pero sin motor. La avenida principal se cierra al tránsito vehicular y se llena de puestos callejeros, carros más o menos grandes y también carritos más humildes que sirven para el expendio de cualquier producto bebible o comestible. Huelga decir que también se llena de gente. Cientos, miles, se vuelcan a las calles a vivir la ciudad al aire libre, disponiendo de ella, sometiéndola a la voluntad incuestionable del proletariado. Es, ciertamente, un cabal ejercicio de libertad, también de poder ciudadano.
La ciudad convertida en rastro, es una suerte de gran y heterogéneo mercado a cielo abierto, que respira el olor a frito, a pan, a chicharrón, a carne de res o de pollo profusamente condimentada... Cada posta gastronómica es una invitación a un suculento banquete típico, apto para ser degustado sentado en el cordón de la vereda, echado a la sombra de algún árbol, o bien al tranco limpio. Siempre, a gusto del consumidor, como debe ser.
  El camino te lleva, y el mercado de pulgas es La Meca laica y popular. Salvo en Montevideo, en ningún otro lugar vi una feria de cosas usadas más llamativas y singulares. Los que por allí andábamos, que superábamos holgadamente lo prudente para el recorrido cómodo del espacio, no podíamos escapar al asombro que producía el puesto de las fonolas (bellísimas, por cierto), o el de los discos de vinilo, o el de los zapatos remendados, o el de los sugestivos muñecos, o el de las herramientas de labor, o el de las radios, relojes, y todo tipo de baratijas, ésas que tienen ese “no sé qué”, que nos devuelven a la infancia, sin intervalos.
Para el final, dejé a propósito las menciones que corresponden a la conversación, al intercambio oral y a la musicalidad que tiene la expresión verbal de los bogotanos. Ya he dicho en esta misma columna que los colombianos hablan bella y amablemente, fue hace algunos años, cuando di cuenta de una de las más extraordinarias ciudades de América, Cartagena de Indias, ubicada sobre el Mar Caribe.
Lo que quiero decirles es que la oralidad colombiana es rica en amplitud del lenguaje y en la producción de sentidos. Una conversación casual y repentina puede desembocar en uno de los momentos más agradables que uno recuerde de su estancia por estos pagos. Siempre nos proporcionará calidez y generosidad, además de sorprendernos con alguna palabra propia con maravilloso significado. En esta última incursión he aprendido otra más: “verraco o berraco” (se acepta de ambos modos, pues hay un uso más elevado y otro más popular; quiere decir “valiente, diestro, arrojado y digno de reconocimiento”, en verdad me ha fascinado.
Y siendo verraco, pues, no se puede llegar a Bogotá y no subir al Cerro de Monserrat, y vivenciar el Vía Crucis y la religiosidad que éste propone. Arriba del cerro, se superan los tres mil metros sobre el nivel del mar, como en nuestra maravillosa Humahuaca, por ejemplo. Pero no sólo se ve la inmensidad del valle citadino desde la cumbre de la montaña, también uno se siente un poco más cerca del cielo, y eso, créanme, en verdad hace bien.
 Hasta la próxima mirada.

El Ojo Críptico

viernes, 4 de octubre de 2013

UN TAL GOMBROWICZ


En esta entrega conoceremos –o reconoceremos– a uno de los más singulares escritores del siglo XX, pero poco visible para el gran público. Se trata del polaco Witold Gombrowicz, con una vida digna de su escritura incorregible.

 “Nada en el arte, ni siquiera los más inspirados misterios de la música, puede igualar al sueño. El sueño nos parte en trozos la vigilia y la vuelve armar de otra manera, y esta sombra de la vigilia está cargada de un sentido terrible e inescrutable. El artista tiene que penetrar la vida nocturna de la humanidad y buscar en ella sus mitos y sus símbolos. El arte debe imitar el sueño, tiene que destruir la realidad, partirla en trozos y construir un mundo nuevo y absurdo. Cuando destruimos el sentido exterior de la realidad nos internamos en nuestro sentido interior; una obscuridad con la claridad de la noche”.
La cita pertenece al libro de Juan Carlos “Goma” Gómez, titulado: “GOMBROWICZ, este hombre me causa problemas”, publicado por  editorial Interzona Latinoamericana. Y este artículo sobre el singular escritor polaco Witold Marian Gombrowicz, lo comparto en autoría con mi amigo y colaborador, el licenciado Roberto Coluccio.
Gombrowicz, el hombre que nos ocupa en este modesto rescate, nació en Polonia en 1904, en Małoszyce, a 200 kilómetros al sur del Varsovia. Perteneció a una familia acomodada, terrateniente. Se licenció en Derecho y produjo una muy amplia obra literaria en Polonia. Luego, también trabajó en varias ciudades de Europa y del mundo.
En 1939 se embarcó hacia Buenos Aires. Llegó el 21 de agosto de ese año, sobre el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Vivió en nuestro país hasta 1963, para luego regresar definitivamente a Europa, instalándose en París, donde murió en 1969.
Una curiosidad: entre 1947 y 1955 fue empleado bancario, como T. S. Eliot, el autor de “La Tierra Baldía” y Premio Nobel de Literatura en 1948, ya hemos hablado de él aquí mismo ¿lo recuerdan? El punto es que Witold trabajó en el hoy inexistente Banco de Polonia en Buenos Aires. El tiempo se empeña en dejar difuso al pasado…
Pues bien, el escritor polaco arribó a nuestras tierras en un crucero de bandera de su Patria, participando de un viaje de amistad polaco-argentina por estas lejanas costas meridionales, junto a otros escritores, periodistas y diplomáticos.
Hay biografías y artículos que dicen: "tuvo que quedarse en Buenos Aires", nosotros consideramos que Witold decidió quedarse. Así también lo expresa Tamara Kamenszain en su obra “Los que conocieron a Gombrowicz”. Esta decisión trajo como consecuencia que pasara en estas pampas 24 años de su vida. Nunca más regresó a Polonia.
En Argentina conoció a Jorge Luis Borges quien decía que Gombrowicz era "un amigo de amigos", a Ernesto Sabato (sí, así, sin tilde, aunque todos lo llamamos “Sábato” al autor de “La Resistencia”) lo conoció en pleno apogeo literario, a Juan Carlos “Goma” Gómez jugando al ajedrez, y a todos estos en Buenos Aires.
A principios de 1939 vivió en distintas piecitas del centro de la ciudad, pero luego se instaló en un aposento de la calle Bacacay en el barrio de Flores, lejos de las luces. El nombre de dicha arteria fue utilizado por Witold para renombrar una serie de cuentos que originalmente se titularon "Memorias del tiempo de la inmadurez".
Trató de conseguir trabajo escribiendo para revistas y diarios de Buenos Aires, en algunos casos tuvo éxito en su empresa y en otros no, a pesar de la recomendación que le hiciera Manuel Gálvez para el diario La Nación, en el que le rechazaron todos sus textos. Esta situación lo puso de frente con la miseria. Providencialmente, una familia que se había relacionado con los Gombrowicz en Polonia, organizó una colecta para ayudarlo. Insólito.
Hacia fines de 1940 se mudó al conventillo El Palomar, ubicado en Corrientes 1258, un edificio que presentaba una fachada propia de un palacete, pero que en su interior reproducía las mismas instantáneas de la miseria con las que hasta ese momento Witold se había enfrentado. 
Al respecto, esto escribió Gombrowicz en su diario personal hacia 1963, haciendo mención a ese período y al conventillo: "(...) donde anidaban algunos pobres diablos, donde yo viví mi época más penosa, al final de 1940, enfermo y sin un centavo".
Su obra cumbre es “Ferdydurke”, y como no podía ser de otro modo, la traducción al español de la misma no podía menos que estar rodeada de una singular historia: cuando decidió traducir al español su obra, reunió a algunos amigos y les propuso hacer el trabajo “entre todos”. El trabajo, comunitario y socializado, se realizó en el café Rex, sobre la avenida Corrientes. Encabezaron la tarea los escritores cubanos Virgilio Piñera y Humberto Rodríguez Tomeu, con un grupo de entre seis a diez entusiastas, dependiendo del día. La empresa se concretó en un ambiente absurdo, prosaico, casi burlesco, ferdidurkeano. No podía ser de otro modo.
Imagínense la dificultad de traducir la novela de Gombrowicz, que apenas sabía un par de palabras en español, con la ayuda de afanosos latinoamericanos que en el mejor de los casos apenas balbuceaban un puñado de vocablos en la lengua natal de Witold.
En síntesis, curiosa y plenamente anecdótica la vida la de este polaco escritor, talentoso como pocos. Un verdadero trabajador de las letras, y tal vez la pluma más representativa de su país. Bien se merecía este rescate.
Hasta la próxima mirada.

El Ojo Críptico

sábado, 7 de septiembre de 2013

THOMAS MANN Y EL MITO DE FAUSTO


Las novelas pueden llevarnos por los caminos extremos de la sensibilidad humana y enfrentarnos a nuestras pasiones, deseos y decepciones. La idea del “pacto diabólico” ha sido abordada muchas veces y por variados autores, aunque en pocas ocasiones llegó a ser tan sublime como en la obra de Thomas Mann, Doktor Faustus. Aquí, la relación entre el mito fáustico y la sutil pluma del escritor alemán, Premio Nobel de Literatura en 1929.

El mito faústico proviene de la antigua tradición alemana. Consiste –en sentido abstracto– en un pacto de intercambio espiritual e inmaterial, con derivaciones trágicas, producto de la complejidad de los efectos sometidos a la transacción y de los sujetos productores de la misma. Lo transaccionado es generalmente alegórico, bien puede tratarse de la obtención de habilidades, reconocimiento, admiración o posición, instancias todas que remiten al fugaz éxito personal (o profesional), el que para ser obtenido exigirá a cambio un crucial renunciamiento espiritual, que se traduce en la figura poética de la “venta de la propia alma”. 
Intervienen y realizan el pacto un ser humano (poseedor de alma), por lo general ambicioso y dispuesto voluntariamente al intercambio, y una entidad demoníaca (ávida de la espiritualidad humana), poderosa y celosa del fiel cumplimiento del compromiso asumido por el primero.
De alguna manera subyace la idea de que siempre será menor la paga dada (el éxito) que el valor intrínseco de lo entregado a cambio (el alma), atento a las características perecederas de los atributos mundanos y la eternidad inconmovible y trascendente de las cuestiones divinas.
El mito faústico es, en sí, una idea tan cruel como real acerca de las consecuencias de la usura y el timo moral, y su relación con las pasiones sensibles y la inmediatez apurada por la finitud, todo ello en el marco de una atmósfera literaria oscura y densa y una poética pródiga y fantástica.
Recreado en muchas oportunidades, es ineludible la relación con el Fauft de Goethe para comprender el alcance del Doktor Faustus de Thomas Mann, tanto como deviene necesaria la versión de dominante impronta política del mismo mito, Mephisto, autoría de Klaus Mann, primogénito del Premio Nobel de 1929.

Doktor Faustus y sus circunstancias

En la prolífica literatura de Mann, Doktor Faustus se sitúa como una obra crepuscular pero de máxima lucidez creativa y testimonial. Escrita en condición de autor consagrado y personalidad de culto, la obra es casi un testamento ideológico -  literario que no escatima virtuosismo narrativo ni compromiso político, al punto tal que aun siguiendo un celoso rastro se torna en extremo dificultoso determinar si prevalece el artista de refinada pluma por sobre el hombre agudo y comprometido, o viceversa.
Realizada entre 1943 y 1947 en el exilio estadounidense de Mann, la extensa obra recibió la colaboración y aportaciones de artistas e intelectuales de inmensa trascendencia como ser Igor Stravinsky, Arnold Schönberg o Theodor Adorno. En grado muy especial y calificado de este último, puesto que se le atribuyen al pensador de Frankfurt parágrafos completos de reflexiones estéticas y descripciones musicales relativas a la obra del protagonista Adrian Leverkühn.
Mann pensó la novela como una: “(…) sumaria biografía de un hombre querido, de un músico genial que el destino levantó y hundió con implacable crueldad”, pero en  paralelo es una aguda crítica al régimen del Tercer Reich.
De algún modo el autor interpreta y relaciona el ascenso y la caída del conflictuado protagonista con el de la misma Alemania, hundida en un proceso de mesiánica destrucción. Por tal razón es que puede interpretarse a la figura demoníaca (real o imaginaria) con la que pacta Leverkühn, con el mal y la calamidad que asoló al pueblo alemán y que representó el nacional-socialismo para la Europa de la época y el mundo contemporáneo.
La obra, poseedora de una fuerza tan intensa que conmueve, es la descarnada y dolorosa narración de una terrible inflexión que involucra por un lado al amor y la admiración, luego trocadas en abismal decepción por la retracción individual (de Leverkühn) y colectiva (de Alemania) a un primitivismo espiritual y ético.
En variadas oportunidades el Doktor Faustus se convierte en un texto preciso, meticuloso hasta el límite, abundante en el tono pedagógico y disciplinar, sustraído ex profeso de la narrativa de ficción. Mientras que en otros momentos, desciende abismalmente hasta las fibras más íntimas del ser y desafía la tolerancia espiritual del lector. En cierto sentido, obliga al que osase sumergirse en las profusas páginas de la demoníaca novela a vivenciar el padecimiento de Leverkühn, y a sufrirlo literaria pero inevitablemente.
 En suma, Doktor Faustus, es una puntillosa alegoría ética, estética y política que se interna en los fatídicos caminos trazados por la tentación, el arte, el poder, el amor y la perdición.
Hasta la próxima mirada.

El Ojo Críptico

sábado, 10 de agosto de 2013

LA VIDA ARTIFICIAL, DESVELO DEL ARTE


En esta entrega el autor aborda, a través de algunos ejemplos determinados, el tratamiento dado por el cine y la literatura a la idea de la vida artificial. El interrogante consistente en el cuestionamiento acerca de si las máquinas pueden llegar a razonar, aprender, simular, especular, crear o sentir como lo hacen los seres humanos, como desvelos del arte moderno y contemporáneo.

Sostiene Graciela Sarti en su tesis de doctorado: “Androides, robots, cyborgs, autómatas; son parte del paisaje de la cultura contemporánea, ya en sus realizaciones concretas, ya como figuras de ficción. (…) Los relatos modernos de autómatas, o de creación de vida artificial, se han construido con referencia a figuras y narraciones ya presentes en el imaginario del mundo clásico, pero que se resemantizan especialmente a partir de la modernidad tardía. (…) Siguiendo una estructura característica de los relatos míticos, estas narraciones se despliegan en juegos de opuestos: juegos que tanto tematizan el futuro de la especie humana –la posibilidad de su superación y hasta su eliminación por obra de una especie nueva– cuanto abordan el problema ético de los derechos de esa nueva especie surgida del propio empeño humano”.

De tal modo, inferimos sin lugar a la vacilación que la problemática de la vida artificial es tópico ineludible de nuestra cultura presente, al tiempo que su tratamiento abreva en la fuente del mito y la cultura clásica.

La literatura de ficción o ensayística fue pionera en esta temática, que más tarde continuaría en el cine. Si bien pueden hallarse obras precursoras al calor de la ilustración del siglo XVIII (El hombre máquina, de Julián Offray de La Mettrie, publicada en 1748) hallaremos algunas de las más representativas en los albores y el devenir del XIX, y por supuesto en el decurso del XX, incluso en nuestro país.

A modo de ejemplo, listo a continuación una serie arbitraria, ordenada cronológicamente, de las obras literarias y audiovisuales que entiendo más representativas, amparado en la subjetividad y sin un propósito expreso de exhaustividad, dada la material imposibilidad que dicha tarea supone, a saber:

  1. Los autómatas, E. T. A. Hoffman, 1814, cuento pionero en el género que aborda la indiferenciación mimética entre el ser humano y el autómata.
  2. Frankenstein o el Prometeo moderno, Mary Shelley, 1819, novela arquetípica que hace un señalamiento sobre los riesgos de la manipulación de la vida por parte del hombre.
  3. Fausto. Segunda parte, Johann W. Goethe, 1832, relato basado en el “homúnculo”, producto de la alquimia.
  4. El ajedrecista de Maelzel, Edgar Allan Poe, 1836, cuento que relaciona el exhibicionismo con la sorpresa y el engaño que puede producir la figura del autómata.
  5. Horacio Kalibang o los autómatas, Eduardo Holmberg, 1876, primer cuento de autómatas en la literatura argentina, desarrollado a partir de las influencias literarias de Poe y las competencias científicas del autor.
  6. Yo, robot, Isaac Asimov, 1950, contario paradigmático del género que aborda la temática robótica, la interacción e indiferenciación de éstas con los humanos, y el control ejercido por la inteligencia artificial, a partir de la vulneración de “las tres reglas de la robótica”.
  7. 2001: Una odisea del espacio, Stanley Kubrick, 1968, film icónico que propone sin cortapisas la posibilidad de que una máquina pueda sentir, proceder y defenderse como un humano, a través de una conciencia artificial, que puede llevarla incluso a matar para defenderse.
  8. Terminator, James Cameron, 1984, film de culto (luego saga) que corporizó la figura del autómata y proyectó una guerra futura entre máquinas y hombres.
  9. Matrix, Andy y Larry Wachowski, 1999, primera película de la trilogía que plantea la artificialidad del mundo real dominado por una inteligencia artificial con reminiscencias míticas.
  10. El hombre bicentenario, Chris Columbus, 1999, film que adapta libremente el cuento homónimo de Isaac Asimov, y también lo relaciona con otros del mismo autor. Versa sobre la evolución artificial de un autómata cuyo propósito es ser aceptado como hombre, y lo consigue, justamente, al morir.
  11. I. A. Inteligencia artificial, Steven Spielberg, 2001, alegoría posmoderna del clásico Pinocchio, que gira en torno de la búsqueda de la identidad y el reconocimiento de la condición humana e inteligente del autómata. 
  12. La invención de Hugo, Martin Scorsese, 2011, largometraje de belleza singular que se concentra en la construcción de un autómata por parte de George Meliés, y su relación con el cine pionero.
Como puede advertirse, el tema ha cautivado a notables autores. Siempre pensé que los lenguajes del arte sitúan al artista en la proximidad de lo divino, en las cercanías de la omnipotencia del Creador. Me resulta convincente, pues, que ofrendarle un aliento de vida a una especie no natural seduzca al hombre. El cine y la literatura son campos en extremo fértiles para ello.

Me sumaré (con confesa y auténtica humildad) a este desvelo poético por la vida artificial, y lo haré ofreciéndoles en el espacio de El Ojo Críptico el microrrelato “Mi Horacio, o la contemplación”, en el que abordo el tema sirviéndome de los aportes de Eduardo Ladislao Holmberg (“Horacio Kalibang…”) y de Leopoldo Lugones (en este último caso de su cuento “Yzur” –que dicho sea de paso, es considerado uno de los más relevantes relatos de nuestra literatura–, el que si bien no versa sobre la vida artificial, sí lo hace sobre el propósito humano de hallar algún vestigio de humanidad en las bestias). Que lo disfruten, sin privarse de alguna súbita cavilación o reflexión.
Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico


domingo, 7 de julio de 2013

EL CARNAVAL Y SU SOMBRA… la muestra

  
Durante buena parte del mes de junio presentamos en el Salón de Artes Visuales de la Municipalidad de Tres de Febrero la muestra El Carnaval y su sombra.  La propuesta de rescate de la fiesta popular a través del arte, que tuvo como curadora a la gestora cultural Isabel Noya, involucró a tres lenguajes artísticos diferentes como lo son la pintura, la fotografía y la literatura, combinados a partir de las distintas miradas que aportaron los artistas plásticos José Curia y Rubens Ettomi, y también quien suscribe.
Isabel Noya planteó la muestra en tres núcleos: el primero correspondió a los óleos de Curia, el segundo a la serie de fotografías que realicé en 2011 del Carnaval de la Quebrada de Humahuaca, y el tercero a los acrílicos de Rubens que representan los momentos más potentes de la novela El Carnaval del Diablo, prologada por el reconocido antropólogo Ricardo Santillán Güemes, y que Editorial Dunken me publicara el año pasado. Ergo, podríamos decir que se trató de un avance cierto de prácticas estéticas imbricadas.
José Curia es un reconocido pintor oriundo de Calabria, pero radicado en nuestro país desde temprana edad. Su arte es colorido, polisémico y frecuentemente de generoso tamaño. Puede trabajar con igual acierto tanto la figuración como la abstracción, y revelarse al mismo tiempo como un autodidacta de seguro trazo. Más de las veces se torna osado y provocador, con telas que no resultan indiferentes al contenido social y político, las que suelen despertar plurales reflexiones que trascienden lo puramente estético. En esta ocasión presentó tres obras: un diablo carnavalero de técnica mixta, una abstracción titulada “Rey Momo”, y un tercer óleo fantástico en el que consiguió no sólo una exaltación sublime de la fiesta, sino que además le imprimió musicalidad y movimiento a la obra pictórica. ¡Bravo!
Por razones lógicas, prescindiré de juicios de valor sobre mis fotografías, no corresponde al autor hacer una valoración crítica de su propia obra, y además soy sólo un aficionado en ese lenguaje visual. Por lo tanto sólo diré que se trata de una serie de 10 fotos (de 28 por 35 centímetros, montadas sobre Fibrofácil) que intentan describir la intimidad de la marcha en caravana del Carnaval quebradeño, acompañada desde su partida en la plaza de Humahuaca, y culminando en el éxtasis ya bien alto en el cerro, donde los tres mil metros sobre el nivel del mar nos seducen con la posibilidad de tocar el cielo con el alma misma.
Para el final, adrede, dejé los acrílicos de Rubens Ettomi. Fueron estos, tal vez, los que más pujaron por la concreción de la muestra. Ocurre que luego de la primera presentación de mi novela El Carnaval del Diablo, allá por diciembre del año pasado, charlando con Rubens empezamos a entusiasmarnos con la idea de ilustrarla. Para bien decir, con la idea de que Rubens la ilustrara. Y así ocurrió. Él hizo una laboriosa recreación y “en seis viñetas” capturó la esencia del relato. No es habitual esto de “ilustrar novelas”, no ocurre a menudo, me gratifica que ése sea otro hecho singular que se vincula con El Carnaval del Diablo, producción que no cesa de darme satisfacciones, la mayoría de ellas tan inesperadas como emocionantes.
Reunido pues, todo este bagaje carnavalero (óleos, fotografías y acrílicos), fue la tarea armonizadora de mi habitual colaboradora y colega, Isabel Noya, la que le dio sentido y “relato” a la propuesta, logrando una muestra de la que todos quedamos conformes con sus resultados, pero más aun con la ética y la estética de la misma; improntas que también quedaron plasmadas en el vídeo ad-hoc realizado por nuestra productora cultural, y que fuera presentado como otra de las actividades inherentes al proyecto.
Así las cosas, y como no podría ser de otro modo, vaya el agradecimiento a todos los que suelen respaldarnos en este viaje testimonial por los caminos del arte y la cultura. 

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico

lunes, 1 de julio de 2013

MI HORACIO, O LA CONTEMPLACIÓN


Me quedaba mirándolo por largo tiempo, confiaba en que la sola contemplación le proporcionaría el halo de vida que necesitaba. Su apariencia era humana, aunque tenía un porte más pequeño. Sin embargo, eso no lo hacía verse disminuido, era –simplemente– la reproducción mimética de un ser humano, pero a escala… un “hombrecito”, podría decirse. Su rostro era agradable y tenía un talle enjuto; sentado en la silla con las piernas cruzadas, adquiría cierto charme. Pensé que sería un buen compañero: hábil interlocutor, cómplice y confidente. El contacto con sus manos no me demostraba frialdad, por el contrario, estoy seguro de que la calidez de su temperatura me convenció muchas veces respecto de su voluntad de vivir (o de mí voluntad y de la transferencia hacia él). Tal vez por eso no renuncié al proyecto a pesar de la falta de resultados, y tal vez también porque sus ojos –de una coloración azulina intensa– me permitían acceder a lo recóndito, a los dominios espirituales, a la morada del alma. Claro está, si es que Horacio (le puse ese nombre por “Horacio Kalibang”, el autómata) podía tener una. Digo más, incluso: si fuera posible que un no nacido la tuviera, en ese caso yo creo haberla advertido; y si no fue así, habrá sido sólo el desvarío de un viejo y su némesis. A fin de cuentas, ¿a quién le importa? He esperado en vano alguna reciprocidad, alguna demostración de su parte, incluso una limosna de certidumbre trascendente, pero nunca ocurrió. Recordé que el mismísimo Miguel Ángel golpeó la rodilla del Moisés de mármol y lo inquirió al grito de: “¿Por qué no me hablas?”; también Lugones fantaseó con poder hacer hablar al mono Yzur (no era más que un cuento, lo sé, y tampoco era Lugones el que fantaseaba, era su personaje, también lo sé). De hecho, como otro eslabón de esa infausta cadena, Horacio, mi Horacio, jamás abandonó su estado inerte, jamás me dispensó su aliento… Pero, en el instante postrero, en el preciso momento en que yo cerré mis ojos para no volverlos a abrir, fue él quien no dejó de contemplarme, esperando vanamente devolverme ese mismo halo de vida, que al filo de la madrugada, se me había escapado.

Ricardo Tejerina / 2013

sábado, 8 de junio de 2013

EXITOSA 39na FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES


Con cuatro novedades: Puente de Almas, Magia Registrada, El Libro de los Talleres XX y Letras del Face, pertenecientes a sus tradicionales y consagradas colecciones, Editorial Dunken dijo presente en la última Feria del Libro. Una de éstas correspondió a la última compilación de poesía de Ricardo Tejerina. En el habitual espacio de El Ojo Críptico, compartimos los momentos más destacados de estos relevantes acontecimientos culturales.
El Ojo Críptico





domingo, 5 de mayo de 2013

ELOGIO DE LA CARICATURA



Los debates del arte siempre resultan complejos. La categoría arte, tal como la concebimos en Occidente implica una valoración sensible y jerárquica. En esta entrega el autor examina el rol de “una Cenicienta del arte” como lo es la caricatura. En el transcurso de estas líneas debatiremos si esos dibujos satíricos y levantiscos son en verdad un arte.

El reciente fallecimiento del creador de Anteojito, Hijitus, Larguirucho, o Petete y Trapito, entre otros, Manuel García Ferré, ocurrido el pasado 28 de marzo en la ciudad de Buenos Aires, y los 75 años recién cumplidos de Superman, me hicieron volver a pensar en la caricatura y en las historietas.
La Real Academia Española define a la palabra “caricatura” como: “Figura ridícula en la que se deforman las facciones y el aspecto de alguna persona”. Si bien este concepto ha tenido algunas variaciones muy sensibles, lo concreto es que la lengua castellana asocia a la caricatura con lo ridículo y lo deforme, y siempre en relación con las personas. Es decir, se le da cierta categoría vulgar y se le asigna exclusividad representativa de figuras humanas.
Dado entonces que el vocablo caricatura estaría referido particularmente a la representación de las personas, es que historieta (una suerte de historia menor) sería la palabra que contendría todas las demás situaciones que incluyan, naturalmente, a la típica caricatura. Así sucede también en el inglés con caricature y cartoon. No obstante, y volviendo al castellano, queda de manifiesto que ya desde el origen la caricatura y la historieta han tenido que luchar por ganarse un lugar decoroso, dada la carencia de lustre, linaje y estirpe que sufren también dentro de la lengua.
Tradicional e históricamente, las llamadas artes mayores identificadas fácilmente por la grandiosidad, el peso o el tamaño han sido la arquitectura, la escultura y la pintura. Las otras, las demás, las humildes y pequeñas artes menores como la cerámica, el esmalte, la orfebrería, la alfarería, etc., eran actividades artesanales que derivaban de los oficios y técnicas originales, y que, en el mejor de los casos podían ser consideradas decorativas, aunque con mucha dificultad, ya que resultaba muy complicado sustraerlas de otro sentido que no fuera el utilitario más doméstico.
Pensar que los egipcios, mesopotámicos, griegos, etruscos y romanos ya contaban historias apelando a las “modestas vasijas”. Un utilitarismo diferente pareciera. Cientos de años después, Pablo Picasso pintaría con gran sensibilidad hermosos jarrones… y ya serían muchos menos los que discutirían la categoría de obra de arte de cada una de esas piezas.
Volviendo por la senda, así las cosas, adquieren gran importancia las consideraciones de Baudelaire sobre la caricatura (el llamado poeta maldito escribió una obra paradigmática al respecto: “Lo cómico y la caricatura”, además de ser él mismo un muy diestro caricaturista). Destacaré apenas una sola de sus ideas entre tantas impecables; aquélla que ponderaba, al punto de considerarla gloriosa, la realización de una historia general de la caricatura y un repaso de las relaciones de ésta con los hechos políticos y religiosos y de cualquier otra naturaleza que hubieran agitado a la humanidad.
Tampoco puedo soslayar en este sucinto racconto a los Caprichos de Goya, puesto que al contemplarlos no se puede menos que trazar un puente imaginario que une los tiempos de nuestro discurso con aquellos otros y que, de algún modo, también hace que se embellezca, aun más de lo que merece.
Advertimos entonces que la caricatura no nació para ser flor de un día, por el contrario, su amplitud expresiva y diversidad temática, no desprovistas de las controversias aludidas, la convierten y ubican, no obstante y por derecho propio, como un icono de la cultura contemporánea.

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico

martes, 30 de abril de 2013

LIBROS COMO PUENTES

Foto: Eduardo Mayol

El domingo 28 de abril, en la Sala Victoria Ocampo (nada menos) de la 39na. Feria del Libro de Buenos Aires cuyo lema de este año es "Libros como puentes", irrumpieron en el universo literario contemporáneo, dos nuevas antologías de la tradicional colección de Editorial Dunken de cuento y poesía: Magia Registrada y Puente de Almas

Presentamos ambos libros conjuntamente, a sala llena, e inundada de una emoción que a nadie resultó esquiva. De nuevo tuve el gusto de llevar a cabo el coloquio con la colega, compiladora y prologuista de Magia Registrada, Marita Rodríguez-Cazaux, y la coordinadora editorial Sabrina Vega.

Relevando ambas publicaciones veremos que nos acercamos a una cifra que ronda los doscientos autores seleccionados. Un número de por sí auspicioso, pero además, un primer análisis del contenido nos permite advertir lo compacto que se revela el mismo en ambas obras, dando así testimonio de la constante superación que ya caracteriza a la afianzada colección, acervo de las nuevas letras nacionales.

En aquella tarde de este abril, que no fue cruel como el de La Tierra Baldía de T. S. Eliot, esa legión de autores esperanzados vivenciaron la culminación de una experiencia singular: ver su trabajo publicado en un libro y presentado en el espacio legitimador por excelencia que es la Feria. En medio, también accedieron al conocimiento de la elaboración, la corrección y la producción editorial, con un cuento o un poema como original y sensible carta de presentación.

Celebramos pues, esta alborada de plumas del mejor modo. Y también nos dimos el gusto de que las publicaciones contaran para sus tapas con las obras de Néstor Vega y Cristina Rodano, completando así el virtuoso camino del arte, expresado en un libro como puente a la trascendencia.

RT


lunes, 29 de abril de 2013

LA VIGENCIA DE UN CLÁSICO DE DUNKEN. Presentamos el Libro de los Talleres Nro. XX



En la Sala Leopoldo Lugones de la 39na. Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, y junto a una destacada mesa de expositores integrada por la escritora Marta Mutti, el poeta Carlos Penelas y el periodista e historiador Diego Valenzuela, presentamos el volumen Nro. XX de El libro de los Talleres. La vigencia de este clásico de Editorial Dunken, verdadero acervo del trabajo literario de los talleres literarios de nuestro país en la última década.


Con una sala colmada por la presencia de talleristas, coordinadores, familiares y amigos de estos nóveles autores, y claro está también colegas del quehacer literario y cultural, asomó a la luz la vigésima edición del valioso compendio del trabajo metódico en los géneros cuento y poesía, denominado El libro de los Talleres.

Luego de las presentaciones de rigor, la prolífica escritora de la casa Marta Mutti –que además escribió el prólogo de esta edición especial–, se refirió a la vocación por la escritura y al sentido que tiene la palabra escrita. Orientó a los autores en su trabajo y los instó a ser consecuentes con la lectura; pues dijo con énfasis y acierto: “no hay buen escritor que no sea, primero, mejor lector”.

A continuación, se dirigió al auditorio Diego Valenzuela, destacado autor que recientemente publicara un libro destinado a permanecer por varias generaciones en la preferencia del público: Sarmiento Periodista. El caudillo de la pluma. La frescura y sencillez del lenguaje de Diego, no desprovisto del conocimiento del investigador eficaz y honesto, nos llevó por los caminos sarmientinos y trazó un paralelo entre aquellos hombres del siglo XIX y los autores contemporáneos. En todo momento destacó que a pesar de la humildad de su condición y de todas las dificultades, “Sarmiento pudo ser presidente de la Nación porque primero fue escritor”, y recordó que hacía campaña con el Facundo bajo el brazo. La nota de calidez y emoción se hizo presente cuando Diego leyó un poema que él mismo escogió de El libro de los Talleres y su autora, Susana Barreneche, que había venido desde Córdoba y estaba en la primera fila, no pudo resistir la emoción y rompió en llanto de alegría.

Por último Carlos Penelas, poeta con más de cincuenta libros publicados, cautivó a la platea con su agradable estilo y sutil transgresión investida de un profundo saber de la historia y las formas de producción de la literatura argentina y americana. Se sumó así a la exposición de Valenzuela, acotando que en su escritorio de labor tiene dos pequeños  bustos: uno el de Cervantes, y el otro… sí, acertaron, de Domingo Faustino Sarmiento. También el poeta destacó al prócer sanjuanino como eximio literato nacional, junto con Jorge Luis Borges y Leopoldo Lugones, al que también exaltó –justamente– en la sala del predio ferial que lleva su nombre.

A raíz de un pedido especial que le formulase debido a su gentil visita, la poeta y escritora Marita Rodríguez-Cazaux , leyó para todos los presentes un singular poema de la autora cordobesa Geroma Prado (integrante del volumen Nro. XX) titulado ”Octavo Mandamiento”. A su habitual destreza, la también autora de Dunken, le adicionó una interpretación perfomática que le impregnó una pulsión extraordinaria a la lectura. Asimismo, la coordinadora Susana Panza, leyó un cuento titulado “El murciélago Timoteo” de Tomás Gheller, composición producida en su taller orientado a la escritura infantil, que sirvió para demostrar que los chicos también producen y descuellan cuando hay un trabajo formativo serio y ejemplar, independientemente de la edad.

Para el cierre, todos los talleristas y coordinadores se reunieron para recibir los libros y diplomas, y también con el fin de posar para la tradicional foto grupal en un ambiente de confraternidad y celebración de la palabra en la Feria del Libro inaugurada bajo el lema: “Libros como puentes”; todo bajo la atenta y profesional supervisión de la coordinadora editorial y alma máter del proyecto, Sabrina Mariel Vega.

En lo que a mí respecta, sólo puedo decir que fue un honor compartir la actividad con tan selectos nombres de nuestra cultura y celebrar con los autores y sus formadores la publicación del nuevo libro de la consagrada colección de Editorial Dunken. Me siento gratificado por ello, y también por haber podido cerrar la impecable jornada sosteniendo: “Escribir puede tener varios propósitos, pero, entre ellos escojo uno que lo siento esencial, ¡escribimos para la libertad!”. ¿Qué más se puede pedir?

Ricardo Tejerina


domingo, 28 de abril de 2013

PRÓLOGO PARA PUENTE DE ALMAS (Editorial Dunken)



“En ocasiones soy noche de verano,
sólo para dormir junto a ti”.

Con este par de humildes versos, también me sumo a esta obra. RT


“Si emociona, ya es bastante…”, la cultura popular le adjudica esa definición a Jorge Luis Borges, y se la vincula con la idea que tenía el extraordinario escritor y poeta argentino respecto de la poesía.
Es tan valiosa en boca de quien fuera director de la Biblioteca Nacional porque si de alguien no se puede presumir falta de rigor y precisión poética y literaria es, justamente, del autor de “Amorosa anticipación”. Pero, es él quien nos dice que la poesía es, ante todo, una emoción a flor de piel, o una brisa que nos despeina, o un ventarrón que nos arrasa, aun adoleciendo de la métrica ajustada o tal vez carente de la formal estructura del soneto.
Siempre pensé que un solo verso inspirado justifica todo el trajinar de una vida consagrada a la poesía. No encuentro una reunión más bella de palabras que aquéllas que inmortalizaron al poeta de la Isla Negra. Quién no se emociona cuando resuenan en el éter: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”; si hasta parece que el mismísimo Don Pablo acude a nuestro encuentro para mantenernos en frenesí al sugerirnos: “Escribir, por ejemplo: ‘La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos’ ”.
Queridos lectores, sencillamente, he allí la mágica poesía, y como de poemas trata este libro buen pie nos dan estos maestros de maestros a todos aquellos que aún creemos en la posibilidad de esperanzarnos con un verso y una rima.
Cada una de estas páginas contienen una emoción, surgidas todas de la sensibilidad de los nóveles autores que han agigantado su corazón y su pluma, desnudando así su alma y sus sentidos en un verso peregrino. Oscar Wilde decía que cuando el pintor pinta a su modelo, lo que se revela sobre el lienzo es la naturaleza del artista. De tal modo, cada uno de los poemas de este libro lo que hacen es, entonces, revelarnos a un conjunto de poetas en ciernes que la Providencia, Editorial Dunken y humildemente quien suscribe, hemos reunido para regocijo del lector y satisfacción de la poesía.
El afán por conmover es ínsito al hombre. Como podremos ver, los variopintos autores que estamos presentando han delineado racimos de versos y de estrofas inspirados, quizás, en el virtuosismo y la osadía de Baudelaire, de Rimbaud, de Apollinaire o de Tristán Tzara; o por qué no tributando a Quevedo, a Petrarca, a el Dante o aun a Virgilio; o tal vez iluminados por Federico García Lorca, José Martí, Amado Nervo, Girondo, o Almafuerte. Pudieron también haberse subido a la torre de la bella de Amherst, Emily Dickinson, o transfundido de Silvina Ocampo y Alfonsina; o puede que hayan volado con la poesía musical del Flaco Spinetta, o con la autenticidad de Don Ata, o llorado la patria fronteriza con el imprescindible Fortunato Ramos; o, quizás, haber sufrido, y tanto, con la Tierra Baldía de Eliot, ¿por qué no?
Claro que, desde luego, bien pudieron puyar el burro de la más virginal inspiración y asestarle una sacudida al corazón adolorido y derramar sobre el papel las lágrimas del alma teñidas con la tinta de la decepción producto del desamor; o mejor si se enamoraron del crepúsculo, o del ruiseñor y la rosa, o del aroma de la campiña, o de la inquietante belleza citadina de algún café como el de Arlés.
Nuestros autores le escribieron también a la nostalgia, a la bohemia, a la soledad, al valor, a las pasiones y a la fiesta. Sus poemas pueden ser odas, o súplicas, o rezos, o tomar la forma de amalgamas de sentidos entrelazados que patean el tablero y se abrazan fuertemente a la esperanza y al amor, y también, inevitablemente, a su álter ego que es el dolor.
Se trata de sensibles continuadores de los más dignos poetas que, como testigos de su tiempo, ofrecen su latido a través de crónicas de vida en clave de poema. Son los que le pelean al tiempo la existencia, dándole lugar seguro a la ilusión. Son los que queremos tener a nuestro lado siempre, y tanto más si una noche destemplada cometemos el desliz de “salir de gira” con nuestras coplas en los labios como único y definitivo equipaje.
Son los autores de Puente de almas, destellos de emociones a corazón abierto que nos convocan a cruzar el río bravo de las pasiones humanas, guiándonos con destreza cual oportunos lazarillos por la senda del poeta. Pues, la poesía qué es, sino: armoniosos sentidos figurados que parten desde el alma para buscar sin resuellos el deseoso corazón del confidente.
Ahora, si me lo permiten, y ya que hablamos de poesía, valiéndome de los versos del entrañable Mario Benedetti les confesaré infidentemente cuál es el propósito de este libro de poemas:  
“Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites”.

¡Pues basta ya! Vayamos juntos a la poesía, que la sensibilidad deviene urgente.


Ricardo Tejerina