viernes, 31 de octubre de 2014

DEUDA DE SANGRE

Ernesto de la Cárcova

       La noche anterior, cuando Gómez se iba del garito, escuchó al negro Alonso, un matón conocido que ya se había cargado algún cristiano, decir:
-          Quedé en ir mañana a las cinco de la tarde a lo del gordo Papalardo… le debo cinco mil pesos, me va a esperar sentado, en un rato me rajo para Montevideo, tengo a la yuta en los talones…

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La última calle la caminó despacio. Era invierno, el hombre llevaba sombrero, bufanda y guantes. El peso que sentía en el bolsillo derecho del pantalón le recordó que traía todo lo que debía para saldar su deuda. Por un instante, pensó en volverse, pero desistió de la idea, a fin de cuentas ya había llegado.
 Apoyado en el escalón de la entrada hizo sonar el timbre dos veces. Unos ojos yertos asomaron detrás del postigo. Con cierto desgano y titubeo, una mujer abatida le franqueó la entrada. Él, con la voz ligeramente cascada, sólo dijo: Soy Alonso –si bien se apellidaba Gómez–.
Conocía el camino. Ya había estado allí, aunque hacía mucho tiempo. En el fondo del descuidado patio, cuarenta metros después de la entrada, una puerta entreabierta lo esperaba.
-          Por fin llegaste Gómez, te demoraste, hoy esperaba a otro. ¿Viniste disfrazado? –le dijo un hombre obeso, que aguardaba sentado en un banco enclenque.
-          Hace frío respondió el recién llegado–. Y agregó: Con respecto a la demora… no alcanzaba a reunir lo necesario, no fue fácil.
El gordo Papalardo se incorporó y con familiaridad le puso una pesada mano sobre el hombro izquierdo, al tiempo que con la otra le acicaló la bufanda.
-          Bueno, ambos sabemos que las deudas de juego se pagan. Aunque, esta vez, no se trata de dinero… –le espetó el corpulento hombre.
-          Siempre lo hice, soy buen pagador, nunca me quedo con lo que deja de ser mío. Sucede que ahora me reclamas algo que es de la Yoly… –respondió Gómez.
-          No te reclamo nada que tú no hayas puesto en juego. Dame las tres cadenas de oro, incluso la que tiene el dije partido, y puedes irte por dónde has venido –insistió Papalardo, demostrando que conocía muy bien lo que había ganado.
-          Te has vuelto huraño con los años. Aún no toleras que ella me haya elegido a mí y te dejase… Es todavía una mujer hermosa, quizás sea lo único valioso que gané en toda mi vida… y sabes que ni siquiera estaba en juego, simplemente, tú la perdiste. Aquí tienes las cadenas –y el hombre extendió su brazo con las tres, dentro del puño apretado.
-          ¡Eres un bastardo! Nada más recupero lo que es mío. Yo las gané en buena ley. Esa percanta, ya no está conmigo, ¡pues entonces las cadenas de oro vuelven a mí! –sentenció el acreedor y abrió su mano para recibir la valiosa y dorada paga.
Gómez lo miró fijo. Sintió que esa última ofensa lo justificaba aún más. Luego, se dispuso a darle las cadenas. Al entregárselas, comenzó a presionarlas sobre la palma del hombre que, nervioso, intentaba zafarse. Éste, casi lívido le recriminó:
-          ¿Qué haces, imbécil?
-          Te doy tus cadenas, incluso la del dije partido, tal como lo deseabas…respondió el deudor, mientras aumentaba la presión, siempre con sus duros guantes puestos.
Gómez sintió como el dije, partido y filoso, se le incrustaba en la carne al robusto hombre que luchaba por soltarse. De pronto, un rudo y certero cabezazo, hizo que Papalardo, inconsciente, se desplomase golpeando mortalmente su humanidad contra el piso. Un hilo de sangre sentenció ese último juego, en el que uno de los dos lo perdió todo.
Sin muestra de piedad alguna, Gómez tomó las tres cadenas, quitó de un tirón el dije partido y ensangrentado, y otra vez atravesó el largo patio, ahora con destino de salida. Una vez en el vestíbulo miró a la mujer desgarbada de ojos ciegos y lamentó su destino de paupérrima ama de llaves. Se le acercó y puso entre sus manos, delicada y cuidadosamente, cada una de las tres cadenas de oro.
Ella, lo buscó en vano con su mirada extinta.
-          Soy Alonso, sólo vine a pagar, nunca me quedo con lo que ha dejado de ser mío… –dijo Gómez, con la voz ligeramente cascada.
Luego, observó su reloj, marcaba las cinco y veinte… Ya en la calle, arrojó el dije por una alcantarilla y, pensando que, de ser necesario, Montevideo siempre es una buena opción, por donde vino, se marchó.


Ricardo Tejerina / 2009


martes, 7 de octubre de 2014

ABSURDAS RAZONES PARA NO AMAR

Salvador Dalí

Llenaré los versos rotos de este poema extremo
con palabras que me lastimen los ojos con sus sonidos roncos.
Me abrumo con la bruma de tu hartazgo,
desmirando a través de la ventana de los vidrios rotos.
Mientras tanto, envuelvo los sueños de ayer con el diario de hoy,
ese mismo que mal vende nuestra historia a precio vil.
Desnuda de palabras estás ante mí, travestida de llanto…
Y yo, que sólo vine a hablar por teléfono,
en la alacena guardé tu olvido y en la heladera tu corazón;
sin lunas, sin tiempo, sin esperanzas,
inventando –otra vez– absurdas razones para no amar.

Ricardo Tejerina

domingo, 5 de octubre de 2014

NOCIONES DE LIDERAZGO Y CONDUCCIÓN EN EL MOVIMIENTO DE TRABAJADORES


El autor participó entre el 17 y el 23 de agosto pasado en el Seminario-Taller Internacional “Un nuevo liderazgo en el Movimiento de Trabajadores del Cono Sur”, realizado por la Universidad de los Trabajadores de América Latina (UTAL) “Emilio Máspero”, en Praia Grande, San Pablo. En esta entrega compartimos el documento final que presentara en dicha ocasión.

Teorías y prácticas para la construcción de un nuevo paradigma

Como en cualquier disciplina, cuando analizamos el liderazgo y la conducción, en este caso específicamente en el movimiento de trabajadores de América Latina y el Caribe, y más particularmente en la República Argentina a través de este ensayo, debemos definir el concepto inicial del cual partimos. Eso, no sólo facilita el desarrollo de la idea, sino que orienta al receptor en el sentido que pretendemos.

Pues bien, diremos entonces que en base a las fuentes teóricas y la experimentación práctica en la realidad, el liderazgo es en sí, una CUALIDAD. De este modo podemos asumir que también es un VALOR, pues el líder liderará a través del ejemplo (actos) y la palabra (prédica). Por su parte, la conducción y más concretamente el acto de conducir, es una CAPACIDAD, o sea una acción que bien puede optimizarse y aprenderse para su mejor aplicación y desempeño.

Sin embargo, no debemos escindir al liderazgo de la conducción, sino -luego de comprender las diferencias- tomar a ambos como un conjunto virtuoso que actúa de modo complementario y sincrónico, para formar a partir de su imbricación un sentido que los necesita juntos y combinados.

Esto es así porque debemos entender que cuando hablamos de liderazgo y conducción, lo que hacemos es hablar de un VALOR EN ACCIÓN.

Veamos la diferencia entre un líder y un jefe. Ambos están al frente de un colectivo. Sin embargo el jefe se reduce simplemente a dar órdenes, individualiza su función y se limita a IMPARTIR, no aporta valor a su actividad, sólo la realiza, a veces bien, a veces mal, medirá su gestión por el éxito (propio) o el fracaso (ajeno), no más. Por su parte, el líder enseña, escucha, aprende, desaprende, reaprende y colectiviza, su propósito es COMPARTIR. Tiene mejores posibilidades de acierto, y en el caso de caer en el error también tomará al mismo como parte del proceso de aprendizaje. ¿Cuál es, entonces, nuestro modelo? 

En el movimiento sindical argentino hay una lógica vertical y reticente a los cambios. Eso se expresa en la continuidad más o menos constante de un modelo sindical que eterniza direcciones y prácticas.

En la mayoría de los casos, las renovaciones no son producto de la superación política, sino del envejecimiento vegetativo de la clase dirigente y dominante, pero esto no anula -sin embargo- la resistencia.

Hoy día, la lucha de clases en términos marxistas, como bien se apunta en el documento "Nuevas tendencias del sindicalismo para el siglo XXI", utilizado en el Seminario - Taller realizado en Praia Grande (2014), continúa librándose, pues el campo social sigue siendo el lugar del conflicto y las tensiones; pero ya no es sólo entre clases, sino también intraclases. Dentro de la propia clase trabajadora se suceden tensiones y debates, conflictos y polémicas, y los sindicatos deben mudar para no ser reemplazados o “alternativizados” por otro tipo de organizaciones más o menos formales que buscan empoderarse y legitimarse.

De momento que nos planteamos "un nuevo liderazgo en el movimiento de trabajadores", lo que asumimos de suyo es que también hay "un viejo liderazgo" que debe ser reemplazado por un nuevo PARADIGMA. Esa situación es la clara evidencia de una lucha intraclase, y ésta es asimismo -y a no dudarlo- tan necesaria como oportuna.

Ese nuevo norte en cuanto a liderazgo y conducción encuentra fundamentos en la alegoría que nos plantea el documento "Remar mar adentro", utilizado en el Seminario - Taller que tuviera lugar en Bogotá (2013). En él, a través del sentido figurado, se ponen de manifiesto todas las exigencias que rodean al líder y al equipo dentro de una organización. Cada cuál debe atender su rol (misión) y servir al conjunto y a los objetivos (visión), de modo tal que todos son INTERDEPENDIENTES. Por lo tanto, la acción individual reporta a un colectivo, y éste se vale de las mejores competencias y habilidades de sus miembros, en pos de ser efectivo, eficaz y eficiente, ajustado a valores y principios.

El nuevo liderazgo implica un salto en la calidad representativa y una firme convicción transformadora. Pero éste no surgirá espontáneamente, sino como producto del proceso de aprendizaje en base a la renovación de los CONTENIDOS y la reafirmación de los VALORES, en la formación de los NUEVOS DIRIGENTES que necesitamos, principalmente mujeres y jóvenes.

Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico