domingo, 20 de marzo de 2011

DE LA ANTINOMIA DE LA FINITUD Y LA ETERNIDAD

Wassily  Kandinsky

En determinados momentos del día suelo pensar en las características de la eternidad. Lo hago de modo tal que intento hacerme una idea cuantitativa de lo que implican millones de años hacia atrás y lo mismo para adelante. Confieso que la mayoría de las veces termino abrumado. En futuras ocasiones intentaré despojarme de la atadura del tiempo y pensaré a la eternidad sólo como un estado. De ser así, lo eterno no sería otra cosa que un presente continuo, lo que devendría contradictorio puesto que por definición dicho estado resulta una arbitrariedad reflexiva, una suerte de céteris páribus. No obstante, asumo que el no tener que pensar en el pasado y en el futuro haría a la eternidad más tolerable, aunque, intuyo, que llegado el caso cavilaría con nostalgia acerca de la finitud perdida. En ese punto: la conciencia de ella (de la finitud) me haría inferir que la eternidad no es tal, o que más bien se trata de un sofisticado engaño con que lo condenado a extinguirse nos entretiene todo el tiempo, eternamente. Así las cosas, finitud y eternidad ya no me resultan antónimos.

Ricardo Tejerina / 2011