En
vísperas de la 41° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el autor
rescata comentarios que efectuara acerca de grandes escritores modernos y
contemporáneos.
Cuando inicié este espacio, lo hice reseñando a
algunos de los escritores más importantes de la historia moderna y
contemporánea de las letras. En doce entregas mensuales y consecutivas pasamos
revista a autores de la talla de Poe, Joyce, Borges, García Lorca, Emily
Dickinson, etc. Hoy, a varios años de esas primeras publicaciones aparecidas en
2010, y dado que el próximo 23 de abril se inaugura en La Rural la 41° Feria Internacional del Libro de Buenos
Aires, quiero rescatar los párrafos más salientes de lo que escribí para
cada uno de ellos, pues no sólo sigo pensando lo mismo, sino que estoy seguro
de que merecían estar todos juntos y esta es la ocasión perfecta. Veamos, pues,
lo más saliente de las 12 plumas escogidas siguiendo el orden cronológico en el
que fueron publicadas:
Rodolfo Walsh: “Fue Walsh el que produjo
en la Argentina el sincretismo entre periodismo y literatura. Bajo el ala del
nuevo género literario non fiction (no
ficción), fue que encontró la plenitud de su capacidad expresiva puesto que, lo
que ya era magistral, ahora se nutría con lo más sagaz del investigador y la
curiosidad indomable del periodista que, si bien desde siempre convivieron en
el mismo Walsh, en este punto se revelaban del todo evidentes; además, claro
está, de la ideología del autor que atravesaba transversalmente gran parte de
su obra”.
Edgar Allan Poe: “Si bien su obra como poeta es vasta, y
de hecho allí encontramos sus comienzos, insisto en que Poe es la figura más
emblemática del cuento y particularmente del cuento de terror o gótico. No
existen muchos casos de relatos breves que hayan alimentado tanto al cine como
lo han hecho los del célebre autor bostoniano. La caída de la Casa Usher o El
caso del señor Valdemar (tal vez, mi favorito), dan prueba de lo que
sostengo”.
Lewis Carroll: “En suma, lo que encuentro en este formidable
escritor británico es una idea dual omnipresente, como si en verdad fuera uno u
otro, según el lado del espejo que se lo observe, o incluso, a través de él.
Popularmente se lo piensa como un autor de cuentos para niños (Carroll), pero
se trata de un científico polifacético de reconocido mérito (Dodgson), que
alternó el rol de tímido bibliotecario con el de fotógrafo sin inhibiciones y
el de circunspecto sacerdote anglicano con el de fóbico y obsesivo retratista
infantil”.
T. S. Eliot: “Como datos pintorescos de su vasta obra,
cabe mencionar el aspecto satírico de buena parte de la misma. El libro de los gatos habilidosos,
por caso, base de la reconocida comedia musical Cats, de Andrew Lloyd Webber,
es obra de T. S. Eliot. Sin embargo no es sino cuando atraviesa lo oscuro, lo
denso y lo profundo, sumergido en hondas cavilaciones espirituales, religiosas,
éticas y estéticas, que alcanza su máxima potencia expresiva. Asesinato en la catedral, Miércoles de Ceniza y Cuatro Cuartetos, por citar
sólo algunas obras de distintos géneros, dan prueba de ello”.
Jorge Luis Borges: “La ausencia de Borges en la vitrina de
los Nobeles no tiene justificación, toda vez que
–posiblemente– sea la pluma más destacada de la lengua castellana, considerando
incluso a los distinguidos por la Svenska
Akademien: Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Camilo José Cela y Gabriela
Mistral, entre otros”.
James Joyce: “Uno de los traductores al español del Ulises (José M. Valverde) consideró –con sumo
acierto– que el protagonista de la novela no es un personaje en sí, sino el
lenguaje. Definitivamente es así. Joyce rompió con todas las formas
preexistentes y así produjo, quizás, la novela más elocuente, diferente y
exigente de la narrativa contemporánea”.
Emily Dickinson: “Por su historia vivencial tan ligada a
la historia de la mujer en el arte y por su estatura literaria, que alcanza el
“Olimpo” de los literatos en lengua inglesa, he querido tributar con el rescate
de Emily Dickinson a todas las mujeres artistas. A las grandes y conocidas y
también a las anónimas, modestas u olvidadas”.
Federico García Lorca: “Ese mundo lorquiano, tan pródigo en
simbolismos, nos remite siempre al merodeo de la muerte, la que muchas veces
asoma en su obra bajo la forma de “la luna”. Cabe acotar que Lorca no sólo
escribía, sino que también, en tanto artista prolífico y completo, era un
aficionado a la música y al dibujo. Allí también, la luna, se torna una
referencia ineludible, una compañera discreta, un presagio con el que convivía
sin ocultamientos ni secretos”.
Ray Bradbury: “Las Crónicas
Marcianas son relatos tan
sensibles como inteligentes. En ellas se entrelazan la mayoría de las
sensaciones y las experiencias de la vida cotidiana, pero adquieren una
relevancia singular por estar contextualizadas en otro espacio y en otro
tiempo. Eso es, en sí, la ciencia ficción, hablar de lo cotidiano, pero
situándolo en un lugar insondable y un tiempo difuso. Ergo, el lugar y el
momento donde todo puede suceder”.
Oscar Wilde: “Es muy probable que la personalidad y preferencias de
Wilde hubieran merecido largamente los más laxos tiempos modernos que aquellos
conservadores y rígidos victorianos, aunque, huelga decir que resultarían
bastante paradojales para un romántico como él. Wilde responde a la apariencia
y a las formas de lo que conocemos como el dandy y ello es más que una postura, es una
forma de vida y también una idea sobre el mundo en general y en particular del
arte”.
Julio Cortázar: “Eximio cuentista, digno heredero de los
maestros más conspicuos del género, tradujo entre otros a Edgar Allan Poe. Pero
Cortázar es Cortázar por todo ello, pero mucho más por la dimensión alcanzada
por la “belleza surreal” de sus relatos. La inagotable imaginación del autor de Historias de Cronopios y de Famas y de Bestiario es capaz de transportarnos a la
paradoja sensible y al universo onírico, a través de una narrativa precisa y
punzante que puede llegar tanto a sorprender como a estremecer”.
Ernest Hemingway: “Dueño de una personalidad entre
oscura y depresiva, fue un escritor prolífico y prodigioso. Tanto es así que
buena parte de su vasta obra fue editada de manera póstuma, tal el caso de la
afamada novela París era una fiesta. Durante muchos años este hijo
de un médico aficionado a la pesca vivió en Cuba en una morada llamada Finca
Vigía. Durante su prolongada estancia insular escribió una novela
extraordinaria de terrible contenido dramático y existencial: El viejo
y el mar”.
Valió la pena, ¿no?
El Ojo Críptico