Escritores: Ricardo Tejerina y María Rodíguez |
Una apuesta de Editorial Dunken que apunta a la formación total del escritor. Se realizará en dos jornadas entre agosto y septiembre del corriente. Incluye teoría y publicación. Cupos limitados.
En breve haremos con la colega Marita Rodríguez-Cazaux la primera clínica de cuentos en el marco del programa ROI (Recepción de Obras Inéditas) de Editorial Dunken.
En esta oportunidad fuimos convocados por la editorial líder en publicaciones independientes, para concretar una de las iniciativas más interesantes en cuanto a la formación y desarrollo de autores nóveles nacionales respecta.
Pero, ¿qué es en sí, una “clínica de cuentos” y a quiénes está dirigida?
Vayamos por partes: una clínica de cuentos es un taller intensivo y preciso para que el participante adquiera las nociones y tips fundamentales para la mejor construcción de su cuento. Es el escenario propicio para convertir el mero relato o la anécdota en un cuento, con la forma y estilo que el género exige. Asimismo, está dirigida a autores nóveles o incluso avanzados que buscan perfeccionar sus competencias, del mismo modo que a otros interesados que crean poder enfrentar el desafío de contar una historia con virtud y consistencia.
El recordado Adolfo Bioy Casares solía decir que el propósito fundamental del oficio de escritor es contar cuentos. Siguiendo, pues, su sentencia, diré que la misma es sumamente atinada y a la vez reveladora: el escritor es, de hecho, un contador de historias. Perfeccionado el estilo, esas “historias fundamentales”, tornan en cuentos.
El cuento es un género literario que orienta toda su fuerza y recursos hacia el desenlace. A diferencia de la novela, por ejemplo, el cuento no es sobreabundante, no se ramifica, ni tiene las características de un racimo. El cuento es una flecha que avanza, que no se detiene: en su punta está su virtud. Por lo tanto, no hay cuento sin final.
Personalmente, también me interesan mucho los títulos. Un buen título es el preludio de un cuento ambicioso. No define nada, pero sí nos indica una intención, una suerte de promesa que el cuerpo del relato tendrá que confirmar. Edgar Allan Poe, a quien se le asigna y con razón el título de “maestro del cuento”, fue un gran titulador: “El extraño caso del señor Valdemar”, “El entierro prematuro” o “El diablo en el campanario”, dan cuenta de lo que sostengo. Claro que el bostoniano, siempre cumplió la promesa que insinuaba. Ni duda cabe.
América dio grandes cuentistas, entre los muchos y muy buenos, mi podio está integrado por: Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga y Rodolfo Walsh… sin olvidarme tampoco de Julio Cortázar como bonus track. Pueden ustedes asignarle cualquier orden, se trata de cuatro plumas tan virtuosas que el orden de los factores no alterará el producto, a pesar de no ser ésta una ciencia exacta.
Sin embargo, para la clínica de cuentos que nos ocupa, utilizaremos otros autores a excepción de Quiroga. Iremos más hacia atrás, recuperaremos algunos relatos esenciales que el tiempo y la vacuidad de los tiempos modernos han invisibilizado. Con Marita elegimos algunas obras que su sola mención me hace pensar en la imposibilidad de fallar: “Yzur” de Leopoldo Lugones, “Horacio Kalibang o los autómatas” de Eduardo Holmberg, “El cuentista” de Saki (seudónimo de Horacio Munro), “El solitario” de Horacio Quiroga y por supuesto algo de Poe.
A decir de muchos, “Yzur” es el mejor cuento de la literatura argentina. Yo no lo aseguraría, pero sí considero que se trata de un relato monumental. Lugones vuelca en él todo su maestría, y nos convence de que los monos pueden hablar. Yo aún lo creo.
“Horacio Kalibang…”, es una perla que brilla en un insólito anonimato. Desconocido por el gran público, es tal vez uno de los cuentos más virtuosos de nuestra narrativa. El tema es la vida artificial, la del autómata, un tópico muy en boga en el siglo XIX. Todo el conocimiento científico de Holmberg (médico de profesión) está puesto al servicio del relato. Imperdible.
Por su parte, “El cuentista” de Saki y “El solitario” de Quiroga, son impecables. Allende la sencillez constructiva de ambos, demuestran que las historias mínimas pueden ser extraordinarias en las manos de un autor competente. En mi opinión, el cuento de Quiroga es la perfección misma. Toda la introducción que he hecho sobre el género está justificada por el texto del autor uruguayo cuyo final descuella.
Nuestra clínica, entonces, tiene calidad garantizada. Trabajaremos con los autores inscriptos en dos jornadas. En la primera compartiremos teoría y práctica, en tanto que en la segunda presentaremos el libro que surgirá de nuestra labor en taller, el que incluirá un cuento de cada participante, elaborado –claro está– con las consignas y tutoriales de la clínica.
El libro en cuestión se denominará Contrapuntos, y será el testimonio perenne de esta iniciativa tan singular. Como escritor y gestor cultural, celebro esta nueva iniciativa de Editorial Dunken, tal vez la casa editora que más y mejor hace por los autores nóveles e independientes. Los que conocemos el campo, sabemos la importancia que tiene por la necesidad que atiende y cubre con su apuesta permanente por las letras nacionales. Enhorabuena.
Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico