Salvador Dalí |
Llenaré los versos rotos de este poema extremo
con palabras que me lastimen los ojos con sus sonidos roncos.
Me abrumo con la bruma de tu hartazgo,
desmirando a través de la
ventana de los vidrios rotos.
Mientras tanto, envuelvo los sueños de ayer con el diario de
hoy,
ese mismo que mal vende nuestra historia a precio vil.
Desnuda
de palabras estás ante mí, travestida de llanto…
Y yo, que sólo vine a hablar por teléfono,
en
la alacena guardé tu olvido y en la heladera tu corazón;
sin lunas, sin tiempo, sin esperanzas,
inventando –otra vez– absurdas razones para no amar.
Ricardo Tejerina