Eva Duarte de Perón,
en la fotografía que a criterio de este autor mejor la representa. |
Eva Duarte de Perón ha sido representada en el cine y el musical con
tratamiento dispar. Además de Esther Goris (Eva
Perón, 1996) y Madonna, otras actrices la personificaron para la pantalla
grande y las tablas, entre ellas la española Paloma San Basilio y la también
norteamericana Faye Dunaway, esta última en una olvidable y prosaica Evita Perón de 1981. Más cerca en el
tiempo hallamos a la argentina Elena Roger (originalmente Patti LuPone en la
puesta de 1980) en la reposición londinense de la ópera rock ocurrida en 2006 y
actualmente en Broadway.
En la Argentina las principales intérpretes de Eva fueron Nacha Guevara,
Valeria Lynch, Laura Novoa, Luisina Brando, Cecilia Cenci, Flavia Palmiero y
más recientemente Julieta Díaz. Tal vez, la diversidad de las actrices que
tuvieron a su cargo tan singular rol ayude a comprender la complejidad de la
tarea.
Es cierto que la interpretación de Goris puede considerarse como la más
lograda, dado que la actriz porteña alcanzó una suerte de mimetización con Eva,
llegando a adoptar modos, peinados y atuendos para su vida cotidiana similares
a los del personaje. Además, al momento de interpretar a Eva Perón en el film homónimo, Goris, nacida en 1963,
tenía la misma edad que Eva al momento de su muerte.
Curiosidades al margen, las fortalezas del guión de Juan Pablo Feinmann
y la sobria reconstrucción de época jugaron un papel determinante para la
consolidación de una caracterización precisa y destacada, orgullo del cine
nacional.
Los roles a cargo de Nacha Guevara (Eva
de Pedro Orgambide y Alberto Favero, estrenada en el Teatro Maipo en 1986) y
Valeria Lynch correspondieron siempre a las facetas del musical para el teatro
y la televisión, dadas las dotes musicales de ambas intérpretes. Sus versiones
de “No llores por mí Argentina”, independientemente de la valoración integral
que merece la obra de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, forman parte del
cancionero vernáculo, ocupando un lugar de emocionante privilegio.
Por su parte, no son tantos los que recuerdan la caracterización de Eva
efectuada por Flavia Palmiero en el film
de Eduardo Mignona Evita, quien quiera
oír que oiga de 1984. En este caso se trata de una Eva joven inmersa en un
relato que amalgama la ficción con el documental, con musicalización de Lito
Nebbia. Fue la ópera prima del director y el único protagónico cinematográfico
de la actriz, que más tarde alcanzaría un moderado suceso trabajando para el
público infantil.
En 1992 Luisina Brando tuvo a su cargo el rol principal en la pieza
teatral Eva y Victoria de Mónica
Ottino (también hicieron lo propio en algunas oportunidades Soledad Silveyra,
Julieta Cardinali, Andrea del Boca, Mónica Ayos y, anteriormente, Marilina
Ross, pero en teatro leído). Junto a la actriz uruguaya China Zorrilla (en el
papel de Victoria Ocampo, luego otras actrices), le dieron forma a una propuesta
exitosa que estuvo en cartel varias temporadas ganándose el reconocimiento del
público y de la crítica.
Un caso diferente es el de Laura Novoa en la piel de Evita, pues en la
película Ay Juancito de Héctor
Olivera, el protagonista es Juan Duarte, hermano de Eva y secretario privado
del Presidente Juan Domingo Perón. No obstante, la interpretación a cargo de la
actriz supera lo discreto, aunque no llega a lucir y emocionar como la Goris.
En la línea del reparto también aparece la Eva Duarte de Perón a cargo
de Cecilia Cenci en Gatica, el Mono
de Leonardo Favio. La actriz no tiene diálogo, su aparición es mínima en todo
el film y desvinculada de la historia
protagónica. Pero, tratándose de un director como Favio, no podía esperarse que
la figura de Evita pasara inadvertida. El extraordinario cineasta argentino ha
dejado para la posteridad una escena impresionante de Eva en su calvario final
con su rostro nimbado por la luz, produciendo una suerte de santificación
fílmica de su genio y figura.
Finalmente, lo más próximo es la ecléctica personificación de Eva que
llevó a cabo Julieta Díaz en la película de Paula de Luque Juan y Eva, que retoma la idea del primer encuentro con Perón, a
partir del lamentable suceso del terremoto de San Juan de 1944.
El recorrido de Eva Duarte de Perón a través de la literatura de cuño
nacional incluye algunas obras que podrían calificarse de imprescindibles.
Escritores y poetas de la talla de Rodolfo Walsh, Leopoldo Marechal, Abel
Posse, Guillermo Saccomano, Homero Manzi, Fermín Chávez, Cátulo Castillo, María
Elena Walsh y Tomás Eloy Martínez, entre otros, se han inspirado en la vida y
la obra de Eva para conformar una variada producción que va desde el clásico
poema hasta la novela negra.
Si bien sobre la arbitraria selección,
resulta más arbitrario aún ejercitar una preferencia entre obras de distintos
géneros y tiempos, debo decir que encuentro en la narrativa de Rodolfo Walsh
uno de los tributos literarios más dramáticos y emblemáticos que existen sobre
Eva Duarte de Perón y el aura que la rodea.
En “Esa mujer”, Walsh no sólo vuelve a revelarse como un cuentista
excepcional, sino también como un cronista de época que nos entrega una obra
magna de la literatura argentina, en la cual Eva está presente de principio a
fin, sin que se la designe nunca por su nombre. “Esa mujer” puede que sea la
forma más perfecta de escribir “Eva” sin hacerlo, desarrollando toda la
realidad y la fantasía onírica y psicológica del terrible drama de su cuerpo
robado. Más aun, la ausencia absoluta de nombres puede ser interpretada como un
sentido figurado premonitorio de la desaparición forzada, y a fe digo que
deviene insuperable. Ricardo Darín y Arturo Maly protagonizaron una muy
correcta versión para la televisión de este relato testimonial en el año 1984 (Cuentos para ver, adaptación de Carlos
Somigliana, ATC, 1984).
Este ajustado
recorrido por la Eva representada sirve para confirmar lo que sostenía aquel
extraordinario pensador de la Escuela de Frankfurt que fuera Walter Benjamin; decía
el filósofo alemán que cuando un ser histórico ha sido redimido, se puede citar
todo su pasado, incluyendo apoteosis y secretos. He allí el paso de la
personalidad histórica al mito trascendente.
Hasta la
próxima mirada.
El Ojo
Críptico