viernes, 6 de julio de 2012

EVITA: HISTORIA, ARTE Y MITO

Eva Duarte de Perón,
en la fotografía que a criterio 
de este autor mejor la representa.

Eva Duarte de Perón ha sido representada en el cine y el musical con tratamiento dispar. Además de Esther Goris (Eva Perón, 1996) y Madonna, otras actrices la personificaron para la pantalla grande y las tablas, entre ellas la española Paloma San Basilio y la también norteamericana Faye Dunaway, esta última en una olvidable y prosaica Evita Perón de 1981. Más cerca en el tiempo hallamos a la argentina Elena Roger (originalmente Patti LuPone en la puesta de 1980) en la reposición londinense de la ópera rock ocurrida en 2006 y actualmente en Broadway.
En la Argentina las principales intérpretes de Eva fueron Nacha Guevara, Valeria Lynch, Laura Novoa, Luisina Brando, Cecilia Cenci, Flavia Palmiero y más recientemente Julieta Díaz. Tal vez, la diversidad de las actrices que tuvieron a su cargo tan singular rol ayude a comprender la complejidad de la tarea.
Es cierto que la interpretación de Goris puede considerarse como la más lograda, dado que la actriz porteña alcanzó una suerte de mimetización con Eva, llegando a adoptar modos, peinados y atuendos para su vida cotidiana similares a los del personaje. Además, al momento de interpretar a Eva Perón en el film homónimo, Goris, nacida en 1963, tenía la misma edad que Eva al momento de su muerte.
Curiosidades al margen, las fortalezas del guión de Juan Pablo Feinmann y la sobria reconstrucción de época jugaron un papel determinante para la consolidación de una caracterización precisa y destacada, orgullo del cine nacional.
Los roles a cargo de Nacha Guevara (Eva de Pedro Orgambide y Alberto Favero, estrenada en el Teatro Maipo en 1986) y Valeria Lynch correspondieron siempre a las facetas del musical para el teatro y la televisión, dadas las dotes musicales de ambas intérpretes. Sus versiones de “No llores por mí Argentina”, independientemente de la valoración integral que merece la obra de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, forman parte del cancionero vernáculo, ocupando un lugar de emocionante privilegio.
Por su parte, no son tantos los que recuerdan la caracterización de Eva efectuada por Flavia Palmiero en el film de Eduardo Mignona Evita, quien quiera oír que oiga de 1984. En este caso se trata de una Eva joven inmersa en un relato que amalgama la ficción con el documental, con musicalización de Lito Nebbia. Fue la ópera prima del director y el único protagónico cinematográfico de la actriz, que más tarde alcanzaría un moderado suceso trabajando para el público infantil.
En 1992 Luisina Brando tuvo a su cargo el rol principal en la pieza teatral Eva y Victoria de Mónica Ottino (también hicieron lo propio en algunas oportunidades Soledad Silveyra, Julieta Cardinali, Andrea del Boca, Mónica Ayos y, anteriormente, Marilina Ross, pero en teatro leído). Junto a la actriz uruguaya China Zorrilla (en el papel de Victoria Ocampo, luego otras actrices), le dieron forma a una propuesta exitosa que estuvo en cartel varias temporadas ganándose el reconocimiento del público y de la crítica. 
Un caso diferente es el de Laura Novoa en la piel de Evita, pues en la película Ay Juancito de Héctor Olivera, el protagonista es Juan Duarte, hermano de Eva y secretario privado del Presidente Juan Domingo Perón. No obstante, la interpretación a cargo de la actriz supera lo discreto, aunque no llega a lucir y emocionar como la Goris.
En la línea del reparto también aparece la Eva Duarte de Perón a cargo de Cecilia Cenci en Gatica, el Mono de Leonardo Favio. La actriz no tiene diálogo, su aparición es mínima en todo el film y desvinculada de la historia protagónica. Pero, tratándose de un director como Favio, no podía esperarse que la figura de Evita pasara inadvertida. El extraordinario cineasta argentino ha dejado para la posteridad una escena impresionante de Eva en su calvario final con su rostro nimbado por la luz, produciendo una suerte de santificación fílmica de su genio y figura.
Finalmente, lo más próximo es la ecléctica personificación de Eva que llevó a cabo Julieta Díaz en la película de Paula de Luque Juan y Eva, que retoma la idea del primer encuentro con Perón, a partir del lamentable suceso del terremoto de San Juan de 1944.
El recorrido de Eva Duarte de Perón a través de la literatura de cuño nacional incluye algunas obras que podrían calificarse de imprescindibles. Escritores y poetas de la talla de Rodolfo Walsh, Leopoldo Marechal, Abel Posse, Guillermo Saccomano, Homero Manzi, Fermín Chávez, Cátulo Castillo, María Elena Walsh y Tomás Eloy Martínez, entre otros, se han inspirado en la vida y la obra de Eva para conformar una variada producción que va desde el clásico poema hasta la novela negra. 
 Si bien sobre la arbitraria selección, resulta más arbitrario aún ejercitar una preferencia entre obras de distintos géneros y tiempos, debo decir que encuentro en la narrativa de Rodolfo Walsh uno de los tributos literarios más dramáticos y emblemáticos que existen sobre Eva Duarte de Perón y el aura que la rodea.
En “Esa mujer”, Walsh no sólo vuelve a revelarse como un cuentista excepcional, sino también como un cronista de época que nos entrega una obra magna de la literatura argentina, en la cual Eva está presente de principio a fin, sin que se la designe nunca por su nombre. “Esa mujer” puede que sea la forma más perfecta de escribir “Eva” sin hacerlo, desarrollando toda la realidad y la fantasía onírica y psicológica del terrible drama de su cuerpo robado. Más aun, la ausencia absoluta de nombres puede ser interpretada como un sentido figurado premonitorio de la desaparición forzada, y a fe digo que deviene insuperable. Ricardo Darín y Arturo Maly protagonizaron una muy correcta versión para la televisión de este relato testimonial en el año 1984 (Cuentos para ver, adaptación de Carlos Somigliana, ATC, 1984).
Este ajustado recorrido por la Eva representada sirve para confirmar lo que sostenía aquel extraordinario pensador de la Escuela de Frankfurt que fuera Walter Benjamin; decía el filósofo alemán que cuando un ser histórico ha sido redimido, se puede citar todo su pasado, incluyendo apoteosis y secretos. He allí el paso de la personalidad histórica al mito trascendente.
Hasta la próxima mirada. 
El Ojo Críptico