Durante buena parte del mes de
junio presentamos en el Salón de Artes Visuales de la Municipalidad de Tres de
Febrero la muestra El Carnaval y su sombra.
La propuesta de rescate de la fiesta popular a través del arte, que tuvo
como curadora a la gestora cultural Isabel Noya, involucró a tres lenguajes
artísticos diferentes como lo son la pintura, la fotografía y la literatura,
combinados a partir de las distintas miradas que aportaron los artistas
plásticos José Curia y Rubens Ettomi, y también quien suscribe.
Isabel Noya planteó la muestra en tres núcleos: el
primero correspondió a los óleos de Curia, el segundo a la serie de fotografías
que realicé en 2011 del Carnaval de la Quebrada de Humahuaca, y el tercero a
los acrílicos de Rubens que representan los momentos más potentes de la novela
El Carnaval del Diablo, prologada por el reconocido antropólogo Ricardo Santillán
Güemes, y que Editorial Dunken me publicara el año pasado. Ergo, podríamos
decir que se trató de un avance cierto de prácticas estéticas imbricadas.
José Curia es un reconocido
pintor oriundo de Calabria, pero radicado en nuestro país desde temprana edad.
Su arte es colorido, polisémico y frecuentemente de generoso tamaño. Puede
trabajar con igual acierto tanto la figuración como la abstracción, y revelarse
al mismo tiempo como un autodidacta de seguro trazo. Más de las veces se torna
osado y provocador, con telas que no resultan indiferentes al contenido social
y político, las que suelen despertar plurales reflexiones que trascienden lo
puramente estético. En esta ocasión presentó tres obras: un diablo carnavalero
de técnica mixta, una abstracción titulada “Rey Momo”, y un tercer óleo
fantástico en el que consiguió no sólo una exaltación sublime de la fiesta,
sino que además le imprimió musicalidad y movimiento a la obra pictórica.
¡Bravo!
Por razones lógicas, prescindiré de juicios de valor
sobre mis fotografías, no corresponde al autor hacer una valoración crítica de
su propia obra, y además soy sólo un aficionado en ese lenguaje visual. Por lo
tanto sólo diré que se trata de una serie de 10 fotos (de 28 por 35
centímetros, montadas sobre Fibrofácil) que intentan describir la intimidad de
la marcha en caravana del Carnaval quebradeño, acompañada desde su partida en
la plaza de Humahuaca, y culminando en el éxtasis ya bien alto en el cerro,
donde los tres mil metros sobre el nivel del mar nos seducen con la posibilidad
de tocar el cielo con el alma misma.
Para el final, adrede, dejé los acrílicos de Rubens
Ettomi. Fueron estos, tal vez, los que más pujaron por la concreción de la
muestra. Ocurre que luego de la primera presentación de mi novela El Carnaval
del Diablo, allá por diciembre del año pasado, charlando con Rubens empezamos
a entusiasmarnos con la idea de ilustrarla. Para bien decir, con la idea de que
Rubens la ilustrara. Y así ocurrió. Él hizo una laboriosa recreación y “en seis
viñetas” capturó la esencia del relato. No es habitual esto de “ilustrar
novelas”, no ocurre a menudo, me gratifica que ése sea otro hecho singular que
se vincula con El Carnaval del Diablo, producción que no cesa de darme
satisfacciones, la mayoría de ellas tan inesperadas como emocionantes.
Reunido pues, todo este bagaje carnavalero (óleos,
fotografías y acrílicos), fue la tarea armonizadora de mi habitual colaboradora
y colega, Isabel Noya, la que le dio sentido y “relato” a la propuesta,
logrando una muestra de la que todos quedamos conformes con sus resultados,
pero más aun con la ética y la estética de la misma; improntas que también
quedaron plasmadas en el vídeo ad-hoc realizado por nuestra productora
cultural, y que fuera presentado como otra de las actividades inherentes al
proyecto.
Así las cosas, y como no podría ser de otro modo, vaya el agradecimiento a todos los que suelen respaldarnos en este viaje
testimonial por los caminos del arte y la cultura.
Hasta la próxima mirada.
El Ojo
Críptico