domingo, 19 de junio de 2011

LA RECORRIDA DE LAS 3 y 33

Marcia Schvartz


Rafael: ¿Podría decirme la hora, por favor?
Enfermera: Son más de las tres de la mañana, señor.
Rafael: Son la tres y treinta y tres...
Enfermera: Sí, cada vez que me pregunta la hora son las tres y treinta y tres. Es raro.
Rafael: Será porque usted siempre pasa por aquí a la misma hora.
Enfermera: Seguramente, debe ser por eso. Apropósito, ¿cómo está su mamá?
Rafael: No lo sé, yo sólo espero. De vez en cuando algún médico me dice algo. A veces la veo un ratito durante el día. Es como si en los hospitales a uno le enseñaran a amigarse con la muerte mientras espera que llegue. Usted trabaja aquí, debería saberlo.
Enfermera: Yo sólo estoy de paso.
Rafael: Claro, como siempre, a las tres y treinta y tres.
Enfermera: Es la hora de la recorrida.
Rafael: ¿Hace mucho que trabaja aquí?
Enfermera: No soy tan mayor, creo…
Rafael: No, no lo es, es muy joven en verdad.
Enfermera: Hace frío. ¿Quiere tomar un té? Puedo traerle uno.
Rafael: Me encantaría. La noche se hace larga aquí y no hay mucho qué hacer. Mientras uno toma algo calma un poco la angustia.
Enfermera: Se lo ve muy triste, ahora vuelvo con el té y charlamos un rato. ¡Vamos hombre! No flaquee ahora.
Rafael: Tiene razón. Vaya, aquí la espero.
(De un bolsillo del saco saca un paquete de pañuelos de papel, despliega uno y lo apoya como un improvisado mantel sobre el banco de guardia. Para que no se vuele le apoya un paquete de cigarrillos encima).
Médico de guardia: Mire que acá no se puede fumar…
(Atraviesa el pasillo, aminora el paso, apenas de detiene).
Rafael: Quédese tranquilo doctor, son de la vieja, yo no fumo.
Médico de guardia: Cualquier cosa que necesite, me avisa.
Rafael: Sí doctor, gracias. Estoy esperando a la enfermera. Me va a traer un té. Es muy amable.
Médico de guardia: (Sonríe) Primero debe hallar una mi amigo. Cuando la encuentre, mándela a mi consultorio.
(Continúa su camino).
Rafael: Sí, claro… le digo a la enfermera… Esta chica, bueno, no sé cómo se llama, la enfermera ¿Vio?
No, el médico de guardia, nunca la vio.

Ricardo Tejerina  / 2011