martes, 1 de noviembre de 2011

DAIMONION

Paul Gauguin

Algunas olvidadas leyendas urbanas sostienen que hay calles de Buenos Aires que te llevan a las puertas mismas del Infierno. Sé que esta fe puede parecer ilusa o un alarde de surrealismo no acorde con la época. De todos modos, he sabido que en la calle Pasco, entre Chile y México, hay un portal al inframundo. Claro que estas cosas no son del todo evidentes, tampoco del todo insospechadas. Sólo hay que prestar atención y saber dónde mirar. Me han dicho, incluso, que algunas noches se han dejado ver por el barrio jóvenes demonios que presumían de su poder. Cortaban el fondo de las bolsas de residuos, entintaban timbres, provocaban a los incautos y les hacían cuernitos (otras versiones menos confiables sostenían que esas diabluras eran producidas por los pibes de la cuadra). En alguna ocasión me he aventurado por el lugar, atreviéndome con cierta excitación a la experiencia sobrenatural. No he tenido mucha suerte, pero, ahora que recuerdo, una noche que llovía a cántaros me refugié en la entrada de la Parroquia de Santa Rosa de Lima que está ubicada en la intersección de la avenida Belgrano y Pasco, a escasas dos cuadras de la supuesta entrada del Averno. Me pareció ver en su cúpula a dos figuras con apariencia humana que mutuamente se interpelaban. En verdad todo sucedió muy rápido y con el tiempo puse en duda dicha observación, asumiendo que podía tratarse de un subjetivo desvarío. Sin embargo, algunos años después leí una novela que también daba cuenta de ese suceso, lo describía de la misma forma y aseguraba que esas figuras que yo había visto: en verdad pertenecían al arcángel Miguel y al propio Luzbel.[1] Hoy mi razón se reduce a dos interrogantes: ¿Quién sabe si es real la realidad?, y ¿quién puede asegurar que el demonio no camina entre nosotros? Sinceramente, les digo que aún no decidí a cuál abocarme primero.
Ricardo Tejerina / 2011  


[1] Ricardo Tejerina, Lilithla. La tentación tiene nombre de mujer.