domingo, 1 de abril de 2012

RECUERDOS DE FINISTERRE


Foto: cortesía Editorial Dunken


El pasado 17 de marzo se presentó en la sede de Editorial Dunken la antología de nuevos autores argentinos, Recuerdos de Finisterre, compilada por Ricardo Tejerina. Un ejemplo de cómo la literatura puede ser entretenida y profunda al mismo tiempo, y del talento que caracteriza a muchos de nuestros nóveles escritores.

Siempre hay una primera vez. En esta ocasión me ha tocado a mí desempeñar el rol de seleccionador o compilador. De tal modo tuve a mi cargo el proceso de selección y corrección de doscientos relatos de distintos autores, para luego compilar aproximadamente cincuenta de ellos en un libro, dándoles a muchos de ellos la posibilidad de la tan ansiada primera publicación.
Quién mejor para la tarea que aquél que otrora ha estado en la misma situación, trabajando de modo afanoso en un relato, leyéndolo y corrigiéndolo, para, luego, volver a leerlo y también modificarlo por enésima vez. Yo, que tuve la oportunidad de la mano de quienes de modos distintos confiaron en mí, estaba ahora en posibilidad de darla a tantos otros.
Gracias a la saludable iniciativa de una editorial como Dunken es que se puede promover a nuevos autores, capaces de enriquecer con sus miradas literarias las pulsiones creativas de una época. He intentado con Recuerdos de Finisterre darle forma a un libro de cuentos que recupere para el lector el regocijo de la lectura. En otras palabras, he compilado relatos que pueden ser la compañía ideal de una noche en duermevela, o de un largo viaje a un lugar remoto, o del fugaz trayecto al trabajo, o bien, simplemente, capaces de deleitarnos por el sólo placer del regocijo literario. En síntesis, he construido este libro con los cuentos que a mí me gustaría leer en cualquiera de esas ocasiones, o tantas otras.
Le puse por título Recuerdos de Finisterre porque estoy convencido de que lo que escribimos se relaciona con lo que recordamos, tanto sea del pasado, como del futuro. Sé que me dirán: ¿cómo se puede recordar lo que no ha ocurrido?, y yo responderé que eso es, exactamente, la imaginación. Es decir, el recuerdo de lo que no sucedió, pero que vive en nuestra mente y se manifiesta a través de la sensibilidad del que relata. Y, también, porque la idea del finis terrae me produce la adrenalina que supone traspasar el límite y demostrar que se puede lograr entretener sin resignar calidad, o desplomarse sin atenuantes ni remordimientos en lo vulgar o pasatista. De modos diversos, Recuerdos de Finisterre está compuesto por ficciones que se superan a sí mismas, y por ello alcanzan el sitial de la misma realidad, a través de la ilusión, la decepción, o la imprescindible fantasía.
Hacer un libro es involucrarse en algo destinado a perdurar, es rescatar del anonimato anodino aquellos pequeños destellos que de otro modo se apagarían con la rapidez de la centella. Es dejar un testimonio, una visión de lo que sentimos y de la manera en que podemos transmitirlo y expresarlo. Es pensarlo y elaborarlo con la mayor dedicación, abarcando todos los pasos que su producción conlleva: los que van desde la creación literaria hasta el diseño de arte, pasando por las formalidades de registración y todas las etapas del proceso de composición, corrección e impresión. Todo eso vivenciaron los nóveles autores que presenté en esta obra. Gestaron y alumbraron el libro con todas sus pasiones y sentimientos, sabiendo que a partir de ahora él vivirá más allá de ellos y también de quien suscribe.
Todo eso ha sido –y es– para mí Recuerdos de Finisterre, tal vez la síntesis inexplicable de la experiencia estética.
Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico