martes, 8 de febrero de 2011

RAGUEL, EL PRÍNCIPE DE LA JUSTICIA


Rafael

Cuentan que el Dios del universo reunió a los Arcángeles del cielo y les pidió que dijeran, cada uno y según su leal saber y entender, cuál era la principal virtud o don con que Él, su creador, los había privilegiado.
Así pasaron de a uno. Gabriel, por ejemplo, dijo que era “El Anunciador” por excelencia, Miguel manifestó que era el jefe de la milicia celestial, Uriel que era el custodio divino y que guardaba las llaves del Abismo... y así. Raguel, cuando le llegó su turno, dijo:
-          Mi Señor Dios, yo no he sido bendecido con don alguno de tu parte, y mal me siento por ello, dado que mis hermanos, todos, tienen un privilegio tuyo que los distingue ante tus ojos.
Y Dios le dijo:   
-          Raguel, joven y presuntuoso alado del reino de los cielos... ¿Por qué vienes a mí en queja? ¿Por qué crees que tú no has sido también honrado con un don especial?
Y Raguel replicó:
-          Mi Señor, no lo habría mencionado si tú no lo hubieras preguntado, no quise ni quiero ofenderte, sabes que mi amor por ti es profundo e infinito, pero ante tu requisitoria, si no lo digo y callo, te estaría mintiendo y tú lo sabrías... porque tú todo lo sabes.
Y Dios sentenció:
-          ¿Lo ves? Mi amado y joven príncipe del cielo, allí radica tu don, en tu inmenso amor que te hace incapaz de mentir. Serás pues el Protector de la Verdad. Eres el Arcángel de la Justicia Raguel, hónrame y hónrate por toda la eternidad.
Y desde esos tiempos es que cada vez que el hombre se ve tentado por amor a incurrir en la mentira y caer en la injusticia, es Raguel quien acude a persuadir con verdad. Claro que, lamentablemente, no lo consigue en todos los casos. El libre albedrío siempre fue un problema...

Ricardo Tejerina / 2008