martes, 17 de enero de 2012

EL VISITANTE

J. F. Millet


A la memoria de Camilo José Cela.
Este relato se inicia con palabras del Premio Nobel español,
pertenecientes a La Colmena, luego es otra ficción creada a partir de ésa.

No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante. Doña Rosa va y viene por entre las mesas del Café del Averno, mientras tanto Catalina, con talante desangelado, piensa: ¿Cómo puede moverse tanto esta mujer? De sólo verla, cansada resulto yo. En fin, mejor atiendo lo que es debido, porque si no, la miseria va a ser lo único abundante en esta familia con marido en paro.
-              Pase, pase usted, señor… que no muerdo, sólo me quejo. ¿Y qué? ¿No puede una quejarse de su amarga vida? Qué se quede quieta suegrita… ¡Doña Rosa! Disculpe usted, ¿qué se le ofrece?
El hombre de aspecto mayor, traje oscuro riguroso y mirada piadosa no dijo palabra. Se acomodó en uno de los taburetes que estaban frente al mostrador, tomó un vaso, lo llenó con agua helada de la jarra y se la bebió en tres tragos.
-              Usted me resulta conocido. Se me hace que es escritor o algo parecido. ¡Venga Doña Rosa! Mire quién está aquí… Pero pues sí, si yo soy fanática suya. Me leí de un tirón su última novela… Ay, ¡si la muerte fuera así, como usted la pinta, yo moriría contenta! Espere que le traigo el libro y me lo firma… Doña Rosa, ¡qué venga le he dicho! Usted no se vaya que yo ya vuelvo.
El hombre giró su cabeza al sentir la mano que se apoyaba en su hombro. En tanto, Doña Rosa, hidalga ante lo inexorable de su destino, lo tomó del brazo y juntos salieron por la puerta grande del viejo café.
-              Doña Rosa, ¿sabe dónde está el libro? Ése, “El visitante”. ¡Doña Rosa! –y aunque volvió a llamarla varias veces más, ya no obtuvo respuesta. 

Ricardo Tejerina / 2011