El microrrelato es la narración breve (o muy breve) que tiene la capacidad de poder contar una historia con sentido con sólo un puñado de palabras o, incluso, en un solo párrafo. Esta tendencia literaria ha crecido de la mano de Internet y las redes sociales. En esta entrega compartimos con nuestros lectores algunos microrrelatos del autor que sirven como ejemplos del concepto definido.
ACERCA DE LOS MICRORRELATOS
He escogido esto cuatro microrrelatos para
compartir en esta columna. Son muy diferentes entre sí: el primero es el más
extenso (aunque narrado en un solo párrafo). Está basado en la idea de la vida
artificial y tributa a los cuentos de Eduardo Holmberg, “Haracio Kalibang o los
autómatas” y al de Leopoldo Lugones, “Yzur”. Personalmente, quiero mucho a este
texto, me parece que con él he logrado fielmente lo que quería decir a través
de este género.
El segundo microrrelato es una narración
intimista y psicológica. Puede resultar intimidante y abrumadora. Ha sido
publicada en muchas plataformas distintas y siempre causó un efecto muy fuerte
en los lectores. Es muy breve y creo que alcanza su cometido.
La tercera obra es una construcción clásica
del género, una suerte de cuento reducido a su mínima expresión. Es decir, al
párrafo en que todo sucede de una buena vez. Me agradan los sentidos de este
texto. Lo siento ecuménico, místico y espiritual.
Finalmente, el cuarto y último, es el más
reciente que escribí. Si no fuera que tiene una historia dentro, sería sólo una
reflexión… pero no, hay un hecho, y de eso se trata todo esto.
MI HORACIO, O LA CONTEMPLACIÓN (2013)
Me quedaba mirándolo por largo tiempo, confiaba en que la sola contemplación le proporcionaría el halo de vida que necesitaba. Su apariencia era humana, aunque tenía un porte más pequeño. Sin embargo, eso no lo hacía verse disminuido, era –simplemente– la reproducción mimética de un ser humano, pero a escala… un “hombrecito”, podría decirse. Su rostro era agradable y tenía un talle enjuto; sentado en la silla con las piernas cruzadas, adquiría cierto charme. Pensé que sería un buen compañero: hábil interlocutor, cómplice y confidente. El contacto con sus manos no me demostraba frialdad, por el contrario, estoy seguro de que la calidez de su temperatura me convenció muchas veces respecto de su voluntad de vivir (o de mí voluntad y de la transferencia hacia él). Tal vez por eso no renuncié al proyecto a pesar de la falta de resultados, y tal vez también porque sus ojos –de una coloración azulina intensa– me permitían acceder a lo recóndito, a los dominios espirituales, a la morada del alma. Claro está, si es que Horacio (le puse ese nombre por “Horacio Kalibang”, el autómata) podía tener una. Digo más, incluso: si fuera posible que un no nacido la tuviera, en ese caso yo creo haberla advertido; y si no fue así, habrá sido sólo el desvarío de un viejo y su némesis. A fin de cuentas, ¿a quién le importa? He esperado en vano alguna reciprocidad, alguna demostración de su parte, incluso una limosna de certidumbre trascendente, pero nunca ocurrió. Recordé que el mismísimo Miguel Ángel golpeó la rodilla del Moisés de mármol y lo inquirió al grito de: “¿Por qué no me hablas?”; también Lugones fantaseó con poder hacer hablar al mono Yzur (no era más que un cuento, lo sé, y tampoco era Lugones el que fantaseaba, era su personaje, también lo sé). De hecho, como otro eslabón de esa infausta cadena, Horacio, mi Horacio, jamás abandonó su estado inerte, jamás me dispensó su aliento… Pero, en el instante postrero, en el preciso momento en que yo cerré mis ojos para no volverlos a abrir, fue él quien no dejó de contemplarme, esperando vanamente devolverme ese mismo halo de vida, que al filo de la madrugada, se me había escapado.
LOS ROSTROS (2011)
De pronto, los rostros de las personas me surgen sin identidad. Como el de los caballos, las ovejas o los peces. ¿Quién puede distinguirlos? Deambular entre desconocidos es una experiencia extrema, hacerlo entre fisonomías sin diferencias es aterrador. Me siento distinto entre los iguales y eso me compromete. Quisiera encontrar la manera de ocultarme entre aquellos sin distingos. Aplacar de tal modo la voracidad de las miradas que me indagan y los grotescos ademanes que me provocan. Sé que renunciar a ser es una manifestación de cobardía. Tal vez por ello, no ceda, entonces, a la tentación de evitarme dificultades. Quizás no sea ésa mi naturaleza. Después de todo: el mundo sólo recuerda a los rostros diferentes.
EL CAMINANTE (2011)
El hombre caminaba hacia su destino con las manos en los bolsillos y la mirada gacha. Un pesado abrigo y una enmarañada bufanda lo protegían con cierto éxito de la gélida ventisca. A su alrededor lo cercaban las sombras espectrales de edificios sin tiempo. La guadaña lo esperaba cansina, al otro lado de la última calle. De súbito el caminante modificó su rumbo. Y sin saberlo, cambió la seguridad de la muerte por la continuidad de una vida errante.
PUTA VIDA (2014)
"En cien años estaremos todos muertos", le dijo el tipo al mundo, por más que lo escucharon no más de dos o tres. Y tenía razón. Luego, sacó un par de billetes y se llevó a la morocha para el cuarto. La vida es un sinsentido entre filosofía y sexo.
Hasta la próxima mirada.
El Ojo Críptico