miércoles, 7 de diciembre de 2011

INTROSPECCIÓN (De pretéritos y prognosis)

RT

Sin proponérmelo, casi como el episodio de la magdalena y el té que relata Proust en su célebre En busca del tiempo perdido, recordé la novela de Hemingway El viejo y el mar. De inmediato, las facciones de Spencer Tracy en la piel del “viejo” se me hicieron omnipresentes, como si centellearan sobre el reposo del vino en la copa, o de él emergieran. Entonces me di cuenta de que, en buena medida, nuestros recuerdos funcionan con una lógica asociativa: uno lleva al otro, y al otro, y otro más. Fue así que, con mucha ejercitación y más disciplina, logré remontarme a los albores de mi memoria. Tanto recordé, que llegué al preciso lugar de la nada, a la hoja en blanco, a la línea muerta. Si bien eso puede parecer extraordinario, lo curioso es lo que sucedió luego, pues al pasar esa frontera accedí a la dimensión paradojal de los recuerdos del futuro. Allí me vi en la solitaria chalupa, con las manos cortadas por la sal marina y la línea de pesca, con la piel curtida y las sienes plateadas, con el torso al viento y la delirante obsesión enfocada en el gran pez. Allí me vi como aquel viejo, batallando digno, contra el mismo mar.   
Ricardo Tejerina 2011/12