miércoles, 18 de mayo de 2011

UNA PREGUNTA MÁS, AMOR.


Jean Auguste Dominique Ingres

De camino a ninguna parte una sensación de agobio se apoderó de mí. El recuerdo de un beso de nadie me estremeció. ¿Cómo se puede recordar la proximidad de lo que nunca estuvo cerca? Fatales confusiones del trajinado corazón, siempre contradicho por la austera razón.
El dolor de la partida, de lo que ya no es, quizás de lo que nunca fue, es la afrenta a los sentidos empeñados en aprisionar sensaciones que ya no están, no estuvieron y lo que es aun más seguro, que nunca estarán. Pero, ¿por qué existen recuerdos de esa nada? 
Los ojos cerrados, en reveladora mirada interior, me muestran tu figura etérea. Me acerco, lo intento con la mayor esperanza que es proporcional a la certeza de lo vano que será cada nueva osadía. Y te desvaneces sin más remedio ni consuelo, cuando más cerca me encuentro de tu regazo. La ausencia nuevamente se hace dueña de la escena. Pero, ¿cómo es posible ver lo que no es visible?
¿Existes en verdad, o eres mi creación, mi más fabulosa y magnífica obra? ¿Te recuerdo por ti y tu pasado, o te vislumbro por mí y mi porvenir? ¿Eres, entonces, una realidad pretérita o un recuerdo, un espejismo del futuro? ¿Importa incluso? ¿Qué cambiaría que fueras de verdad? Si ya eres, así, ahora, todo lo que quiero.
Sé que no estoy enamorado de ti, pero sé que no puedo dejar de estarlo, porque al no hacerlo me odio, y al odiarme te amo nuevamente, porque amarte es lo que me gusta. Pero, ¿te amo a ti, o amo lo que amarte produce en mí? Y de ser así… ¿Es eso amor en verdad?
Y si no existes y no has existido, ¿cómo es posible amarte así? La fría boca del beso inexistente revuelve mi cordura. ¿Te has ido para no volver? Imposible, no puedes irte, pues nunca estuviste. Pero, así todo, partes del lugar que nunca has estado. Eres la magia blanca, la idea omnipresente, la inspiración del cielo de la mañana siguiente y la ausencia de la noche infinita, la de hoy.
Recuerdo verte salir, pero nunca consigo saber cómo llegaste. Tu salida me surge más familiar que tu siempre inesperado arribo. ¿Arribo? Si nunca abriste la puerta, si nunca te presentaste tal y como eres. Si en verdad nunca has venido, y ésa es, precisamente, la única y fatal certeza… ¿Lo es?
Pero, ¿qué es lo que recuerdo de ti entonces? Nada… Nada que no quiera. Todo… Todo lo que añoro. Sé que no eres real, lo sé. Pero también, al final, sé que no te he inventado. Por cierto, tal vez seas tú quien me ha creado a mí. Tal vez sea yo tu pensamiento. Tal vez por eso no pueda yo evitarte, porque eres tú quien vida me da… Y yo, yo vivo en ti y por ti…
Y si es así, ¿no es eso, justamente, el verdadero amor? Vivir en ti y por ti. Yo así lo creo… O no. ¿Qué más da cómo sea y lo que tú o yo creamos? Si lo importante, lo valioso, lo que mueve esta maravillosa pasión es que te amo y me amas; aunque ambos sepamos que al concluir estas líneas ya no existiremos ninguno de los dos… ¿O sí?

Ricardo Tejerina / 2008