jueves, 27 de enero de 2011

THE CALL

The call
         Cerca del trópico de Cáncer, las horas vespertinas resultan abrasadoras...
Aquella vez, el sol quemaba la arena y la volvía intransitable a pie desnudo. Una mínima brisa, también caliente, cruzaba fugaz.
Su casa, erigida frente al celeste mar caribeño, surgía entre los médanos como delicado castillo, destinado al resguardo de ilusiones, deseos y secretos. Las paredes blancas la hacían muy visible por las noches, mas, durante el día, bien parecía un espejismo.
Ahora pienso que en verdad lo era, creo que se trataba de una morada encantada, sólo visible para algunos selectos transeúntes. La intuyo como un lugar consagrado de pureza, aunque irremediablemente lascivo y provocador.
La esculpida silueta de ella, se dibujó en el horizonte. Avanzaba desafiante. Su torso esbelto y dorado, sólo cubierto por un mínimo soutien, desbordaba de agresividad y madura belleza. Sus caderas, transparentadas por un sugerente pareo, ondeaban al ritmo firme de un par de piernas que no cedían en su paso.
Por la espalda le corrían finas gotas de sudor que se dormían al final de la espina y mojaban lenta y seductoramente la insinuante tela que le envolvía las curvas.
Se la notaba ansiosa, los ojos le brillaban y mantenía cierta crispación en los puños. Caminaba rápido. Demostraba que quería llegar e internarse en la reparadora sombra del templado hogar y abandonarse quizás en un sillón o, mejor aun, en su cama...
Ya frente a la puerta, que estaba sin llave, movió con agresivo estilo la cabeza y el cabello recuperó la forma deseada y habitual, entonces, lo lució tan brillante y encantador como siempre. Como una ráfaga pasó por la sala al tiempo que iba desvistiéndose.
Al llegar arriba, al dormitorio, su cuerpo estaba tan desnudo como su alma o desbocados sus sentidos. Sentía un ardor de deseo que la recorría y estremecía. Se paró frente al espejo y se observó. Le gustó verse así expuesta. Fantaseó, deliró, saboreó la humedad de su piel y luego esperó...
Mientras lo hacía, deslizaba con suavidad el celular por sus pequeños pechos, apenas los rozaba. También por su abdomen y sus muslos. Anuló el sonido del mínimo aparato y lo dispuso en vibrador. Se apropió de su temblor.
Sabía que él la llamaría, lo ansiaba, lo deseaba. Estaba lista, estaba en celo, presta para ser poseída. En su interior se sentía meretriz y cortesana, pero también doncella, dama y reina. Lo era.
Ahora, en el apogeo de la tarde tropical, la vibración anunciaba esa llamada que atravesaba latitudes. Atendió con voz jadeante, con voz entrecortada, con suspiros indecentes de un placer incontenible que nunca supo de demoras.
Y se revolcó en la cama y se aferró a las sábanas para dejar en libertad a sus sensaciones... Y en éxtasis, soltó el celular, y sólo escuchó una voz que, susurrando, le dijo:
- I love you.

Ricardo Tejerina / 2009