domingo, 16 de enero de 2011

HISTORIAS DE JULIOS Y CORTÁZARES

Julio Cortázar
            En esta oportunidad el título es un delator implacable que ahuyenta cualquier posibilidad de suspenso. Está claro que nos detendremos en uno de los más exquisitos escritores contemporáneos, Julio Cortázar (Bruselas, 1914 – París, 1984).  Al ver la referencia natalicia habrá quienes se preguntarán: Pero, ¿Cortázar no era argentino, acaso? En realidad, sus padres lo fueron y él, de algún modo, también. Nació en la embajada argentina en Bélgica. Más allá de ello, a fe digo que uno no es donde nace solamente, sino donde elige vivir, amar y tener sus afectos, sus caprichos o berrinches, su estudio o trabajo y, también, donde ha de morir. He ahí la construcción de la propia identidad.
El caballero de fina estampa, que pasó su infancia en la localidad bonaerense de Banfield, dividió sus elecciones y preferencias entre todas aquellas ciudades que se lo disputaron y que también –cada una a su tiempo– lo merecieron. Sin embargo, Buenos Aires fue, de algún modo, la novia a la que siempre estaba llegando.
El mundo literario de Julio Cortázar es pródigo en alegorías, metáforas y sentidos figurados. Tal vez se trate de uno de los escritores más lúcidos en lo que a construcción simbólica se refiere, además de poseer un refinado sentido del humor (y del temor) que atraviesa con singular prestancia la mayoría de sus obras.
Eximio cuentista, digno heredero de los maestros más conspicuos del género, tradujo entre otros a Edgar Allan Poe. Pero Cortázar es Cortázar por todo ello, pero mucho más por la dimensión alcanzada por la “belleza surreal” de sus relatos. La inagotable imaginación del autor de Historias de Cronopios y de Famas y de Bestiario es capaz de transportarnos a la paradoja sensible y al universo onírico, a través de una narrativa precisa y punzante que puede llegar tanto a sorprender como a estremecer.
De más está decir que cuando hablamos de autores de esta talla resulta más que interesante abordarlos por sus obras estandarte, pero no crean que algo de esa sensación se perdería si lo hiciéramos por medio de aquéllas otras menos popularizadas. Quién más, quién menos, ha oído hablar de Rayuela o Casa Tomada, y lo bien qué haría nuestro hipotético lector en conocer a Cortázar a través de esa novela o de aquel cuento. No obstante, yo me voy a permitir la licencia de involucrarlos transitando la vía alternativa. Es decir, acercarles al Cortázar más distante en el tiempo y algo menos conocido. En esa línea hallamos a El Hijo del Vampiro, un cuento breve al que se puede acceder a través de digitalizaciones disponibles en Internet, ediciones originales de vieja data o la última recopilación de cuentos completos del autor.
Avizoro allí la impronta del escritor formidable, del vibrante narrador de cuentos o del infatigable inventor de historias. Julio Cortázar, un verdadero grande, entre los más grandes.


Ricardo Tejerina / 2010